Lástima de estudios
A mí, si mis padres hubieran podido darme estudios, me habría gustado ser embajador. Y si no me los hubieran podido dar, financiero. Tengo muy buena facha, la verdad: cuando me arreglo, me parezco mucho a don Manuel Prado y Colón de Carvajal, y cuando voy sin arreglar me confunden con Javier de la Rosa. Ahora mismo no sé cuál de las dos identidades me gusta más, cada una tiene sus ventajas. Si pudiera elegir, por las mañanas iría con la jeta de don Javier, y por las tardes con el rostro de don Manuel. A palacio es mejor acudir con el barniz de embajador.Yo es que no he tenido suerte, aunque leo mucho para cultivarme y que no me noten que soy un Javier cuando voy de manuel, ni un manuel cuando voy de javier. El otro día, a la puerta misma de la Fiscalía, a don Manuel Prado y Colón de Carvajal se le escapó un "de que", qué vergüenza, o sea, que le salió el De la Rosa que lleva dentro y los que estábamos allí, en la puerta, periodistas incluidos, volvimos la cara para hacer como que no habíamos escuchado. Todos llevamos un Javier de la Rosa dentro, pero no se le puede dejar salir en momentos tan delicados, por favor. El financiero catalán, en este sentido, es un hombre impecable, porque él, además de soportar durante 24 horas al día la identidad de De la Rosa, lleva dentro, entre otros, un don Manuel Prado y Colón de Carvajal, un Folchi, que se dice pronto, y hasta un Jordi Pujol, es decir, todo un presidente de la Generalitat. Pues yo, con franqueza, no he visto que se le escaparan nunca los pujoles, los folchis olos carvajales. Y si a De la Rosa no se le escapa el Carvajal, a Carvajal no se le debería escapar el De la Rosa, digo yo.
No sé si me explico. Si mis padres hubieran podido darme estudios, me habría gustado ser conferenciante. Y si no hubieran podido también. De ese modo, ahora daría charlas sobre don Manuel Prado en el centro cultural Casa del Reloj, que está al lado de donde vivo, y entre las cosas que pasan y las que se me ocurren dejaríamos a todo el mundo con la boca abierta. Y es que so y un conferenciante nato, lo que pasa es que no me han dado ninguna oportunidad. Además de eso, tengo poderes paranormales. El otro ir más lejos, cuando fui a la puerta de la Fiscalía para verle el rostro a don Manuel Prado y Colón de Carvajal, le di una orden mental y me obedeció. Fue cuando le preguntaron por los doce mil millones que Javier de la Rosa ingresé en dos cuentas suizas controladas por él. Se quedó el hombre un poco desconcertado, no sé si lo vieron por la tele, hasta que yo, con el poder de mi mente, le ordené que hiciera un gesto gracioso con los brazos al tiempo que decía: "aquí no los tengo". Y es que mi ingenio no conoce fronteras. Fíjense: "aquí no los tengo", qué respuesta tan sutil. De ese modo ni afirmo ni niego nada, pero ayudo a mi señor. Las monarquías europeas necesitan gente como yo, con mano izquierda, con reflejos, aunque sean condicionados, y con capacidad para montarse una conferencia a la puerta de la Fiscalía. Al fin y al cabo, la fiscalía está en Madrid, o sea, en la capital del reino. Todo el mundo está pendiente de lo que sucede entre nosotros, de manera que no hay derecho a que saquen a todo un embajador con una capacidad de reacción tan escasa.
No sé dónde vamos a llegar. A mí, si mis padres hubieran podido darme estudios, me habría gustado dedicarme a escribir discursos para embajadores y ciudadanos kuwaitíes en general. Y si no me los hubieran podido dar, pues los habría tenido que escribir para Mario Conde o De la Rosa, que tampoco pagan mal. Lo que pasa es que como ni pudieron ni dejaron de poder, me he quedado en un territorio confuso, de manera que a veces no sé si soy policía o ladrón, pirata o marinero, capitalista o rojo, monárquico o republicano, vegetariano o carnívoro, y así sucesivamente. Y es una pena porque tengo una facha estupenda, ya digo: cuando me arreglo un poco soy la viva imagen de don Manuel Prado (y Colón de Carvajal, casi me olvido). Y si me coloco, la bata de andar por casa y las zapatillas de cuadros, se me puede confundir con De la Rosa. Y cuando voy de cabeza, porque me gusta hacer el pino, tengo el perfil de Pujol. O sea, que se me mire por donde se me mire soy un señor. Lástima de estudios. O de falta de estudios.
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