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ELECCIONES CATALANAS

El profesor campechano

Fue apareciendo en los noticiarios en plan de candidato, como un tipo de barba cerrada y las muñecas velludas del profesor campechano que insiste en llevar camisa de manga corta cuando llega el otoño. Había tenido su agosto casi en solitario y al podo pareció limitarse a seguir el itinerario de inauguraciones de Jordi Pujol, con críticas de calibre respetuosísimo. Luego reaparecieron los viejos demonios del PSC y Joaquim Nadal tuvo que representar el papel de niño extraviado que levanta la cabeza y sólo ve codos de capitanes. Por lo visto, no sentó ley el precedente según el cual hasta ahora la derecha tenía sus escisiones antes de cada elección, y la izquierda las tenía después. Cómo quien le da al freno de emergencia en un tren de cercanías, el candidato Nadal tuvo que proponer de nuevo la reforma del Estatuto. Habrá que verle en el sprint final.Con su rostro ancho y una caja. torácica satisfecha, el candidato Nadal muestra aún el reflejo de acercarse a tantear con la vara de alcalde de Girona esa tapa de alcantarilla que los vecinos denuncian en mal estado. Para estos casos, la sombra de Pujol es alargada, como un obús, ese obús que el joven cadete -antes de ser pretendiente- admiró en el patio de la academia catalanista.Nadal luego obtuvo y revalidó sucesivamente su ejecutoria municipal, pero eso no equivale al hecho de que el actual presidente de la Generalitat se sienta a la vez alcalde de toda Cataluña, sabedor de los concejales covergentes que en alguna ocasión han padecido hepatitis. Urge mucho que a Joaoquim Nadal el PSC le ponga un helicóptero.

Visto en mangas de camisa, en una cena electoral de sus gentes, merecería haberse asomado como personaje a Los papeles póstumos del club Pickwick. Incluso sus detractores le reconocen la virtud de adquirir algunos kilos, de peso en plena campaña, a salvo de la angustia política de otros candidatos. Se le diría capaz del absurdo de estrechar la mano de un transeúnte sin pensar en su voto. Ese es un candidato con un buen concepto de su propia dicha, aunque quizá no lo suficientemente insatisfecho como para arremangarse y ponerse a dominar el aparato, de un partido.

El antiguo lector en la Universidad de Liverpool propende a hablar como si ya hubiera perdido las elecciones y, aunque luego cambie los tiempos verbales, transparenta con excesivo sentido común su mapa de pactos poselectorales. Tal franqueza puede ser una considerable desventaja cuando se trata de no decir algo o no se tiene nada que decir. Tanto sentido común no concuerda. exactamente con que su primera profesión fuese la historia. Se le puede interpretar como uno de esos socialistas que también quieren ser liberales, cristianos, solidarios y enemigos del déficit. Es el eslogan de "una nueva mayoría social", una de tantas ideas peregrinas rumiadas por el PSC de Obiols mientras el PSOE iba a lo suyo.

Ojos y boca logran coordinar con naturalidad una sonrisa clara, entre dos mejillas pastosas. Ha sido capaz de asistir con camisa roja a una cena de pequeños empresarios. Se le ha visto en los jardines de La Moncloa, insistiendo en la clave catalana de las elecciones catalanas. Sucesor de Obiols como candidato, gobernante en potencia, -hipótesis de cohesiones y pragmatismos, el candidato. Joaquim Nadal tiene pendiente la asignatura del sound bite televisivo, encajar un mensaje en fracciones de minuto. Algún día se sabrá lo que Nadal ha estado anotando en sus dietarios, sobre los enemigos en el PSC y los adversarios en otros partidos.

Esta no será una campaña ideológica que ponga mucho de relieve las incertidumbres conceptuales de un socialismo sin norte, pero incluso así Nadal está bajo riesgo de visitar varias veces el gran matraz sociológico del Vallés Occidental sin más lazarillo que un sindicalista de UGT. Desde luego, esos alcaldes que resistieron la marea conservadora en las últimas elecciones municipales seguramente no imantan votos, porque en su día leyeran el Anti-Dühring de Engels.

Tiene escasa costumbre en rematar discursos electorales, pero a su favor tal vez juegue la imagen pícnica, tan difuminadora de eso que llaman "catalanismo de izquierdas". Joaquim Nadal -"Quim" para amigos, familia y para "Los amigos de Quim Nadal"- es un pretendiente incapaz en apariencia de clavar el puñal sucesorio en el pecho político del emperador. Ese no es nuestro estilo, no queremos manchas de sangre en la alfombra. Después de todo, ahora sabemos que la guerra de Troya no ocurrió.

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