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FUTBOL UNDECIMA JORNADA DE LIGA

El Racing mete al Rayo en el trastero

La mala defensa del equipo de Marcos permitió el triunfo cántabro

El Rayo defiende con flores. Y por eso perdió. Lejos de recibir con mala cara al Racing en las inmediaciones de España, de llenarle esa zona de trampas y minas, le puso alfombras en cada visita. No quiso abusar tampoco el grupo cántabro de la concesión. Se arrimó arriba lo justo. Lo necesario para llevarse los puntos y de paso, arrinconar un poco más al Rayo en el trastero de la clasificación.Tiene el Racing un esqueleto desigual. Cuenta para las tareas defensivas con tipos de piedra, enérgicos, más próximos al perfil de guardaespaldas que al de futbolistas (Pablo, Merino, Txema). Se mueven con aparente pesadez, se enredan con el juego y se llevan decididamente mal con la pelota. Logran persuadir, eso sí, de lo poco recomendable que es acercarse por sus alrededores.

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Unos metros delante, en cambio, el Racihg se transfoma. Asoma entonces un juego aseado, dotado de sentido en el pase y en el apoyo, donde se compensa el esfuerzo por buscar al compañero mejor situado con las ganas de ofrecerse constantemente al futbolista que tiene en cada momento la pelota. En medio de un jardín, como se vio ayer, la sensación de amistad con el buen gusto se multiplica.

Tuvo el Rayo un aspecto decidido y un saludable talante ofensivo. Se esforzó por llevar el volante, por tener la pelota y por mirar la portería contraria. Sin embargo, finalmente perdió todas las batallas: le costó sobrevivir en medio de la rocosidad defensiva del rival, no acertó con Andrijasevic como medio centro y, sobre todo, hizo de su zaga una tienda de regalos.

El Racing midió con racanería sus ataques, pero dio la sensación de tenerlo todo bajo control. Esperó a que el rival le concediera el primer gol (tira unos fueras de juego rarísimos el Rayo, muy fáciles de burlar) y no tembló luego, con el empate. Al revés, Miera sacó a Esteban Torre de una suplencia complicada de entender y el bando cántabro se hizo más poderoso: llegó el 1-2. Los esfuerzos finales de Baroja (el libre fue el rematador local más acertado) no sirvieron de nada. Ceballos se encargó de conservar a salvo los puntos, y, de paso, arrinconar un poco más al Rayo en el trastero de la clasificación.

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