Pesadilla en el Luis Sitjar
El inventor de aquello de "a entrenador nuevo victoria segura" haría bien en esconderse. Y haría aún mejor si se olvida por un tiempo de viajar a Palma o a Villarreal. Mentarles a los aficionados de ambas ciudades la susodicha frase debe ser como echarles sal en la herida. El Villarreal cambió esta semana de entrenador. Y perdió. El Mallorca, tres cuartos de lo mismo, con el agravante de que, además, bordeó el más soberano de los ridículos.El doctor Beltrán, dueño del cuadro balear, declaró hace apenas diez días que la cabeza de Irulegui, su entrenador, no corría peligro. Que estuviera tranquilo. Y tranquilo está, allá en su domicilio. Horas tardó el afamado galeno en indicarle la ubicación exacta de la puerta de salida. Su puesto lo ocupó Mané, el hombre que hizo historia, años ha, ascendiendo al Lleida a Primera División. Debutó ayer, en el Luis SitJar, ante el Logroñés. Y más le vale tener frágil la memoria para olvidarse de una pesadilla llamada 0-4.
El otro gran protagonista era David Vidal, uno de esos personajes con quienes las cámaras de televisión se lo pasan pipa. Sale del vestuario, se sienta en el banquillo y, hala, acción. Se levanta, gesticula, se toca el bigote, se arranca el cabello... Su debú se produjo en Getafe, ante un equipo que aún no había ganado un mísero partido en su terreno. Ayer ganó. También el Toledo sigue dando que hablar. El problema es que no se sabe si para bien o para mal. Porque meritorio y digno de ovación es que, en diez jornadas, apenas haya encajado cuatro goles. Menos valorable es, sin duda, su capacidad atacante. No es que tenga mucha o poca. Es que no tiene. Cinco tantos han logrado los de Hurtado, a medio gol por partido. Paupérrimo. Y el caso es que semejante ejercicio de ayuno propio, y ajeno, pues ni come ni deja comer, le tiene colocado en los puestos de privilegio.
Por otras razones, sin duda más espectaculares, están donde están Hércules y Badajoz, los dos privilegiados de la categoría junto al Barcelona. El filial azulgrana vivió una jornada agónica, de esas que no acostumbra, con triunfo milagroso y expulsión de su estrella, De la Peña, al que Cruyff mandó, de nuevo, al piso de abajo. Porque ocurre que el holandés también mete baza en Segunda División. Y ahí está, para demostrarlo, su pequeña discrepancia con Quique Costas. Éste quería a Christiansen con el Barcelona B. Cruyff, ni con el A ni con el B. Ganó el jefe, por supuesto.
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