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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Vuelo regular al disparate

LOS PILOTOS de Iberia y Aviaco han iniciado un nuevo pulso con los responsables de las compañías aéreas públicas que se traduce en un rosario de huelgas a lo largo del mes de noviembre. Los retrasos en los respectivos planes de viabilidad son las causas que alega el SEPLA -el sindicato de pilotos- en ambos casos para paralizar la actividad en unas empresas que lo último que necesitan son más problemas. Les sobran por doquier, y de ello se aprovecha con plena legitimidad la competencia, que planea ya a medio plazo su estrategia con vistas a la liberalización del transporte aéreo en Euro pa en 1997. Los conflictos, tanto en Iberia como en su filial, Aviaco, se arrastran desde hace un año, y lo peor es que no parecen tener fácil solución.Hace ahora 10 meses que se firmó, tras durísimas negociaciones, un plan de viabilidad en Iberia que suponía para los trabajadores recortes salariales (8,5% de media sobre tablas de 1992) y reducción de empleo (3.500 trabajadores). La empresa se comprometía a cambio a elaborar un plan de renovación de la flota y a reestructurar el grupo, incluyendo la gerencia, a la que los trabajadores achacan la mayor responsabilidad de la situación actual.Todo ello con el compromiso de que Iberia habría obtenido en junio la autorización de la Comisión Europea para. ampliar capital en 110.000 millones de pesetas, necesarios para la reactivación de la compañía. De dónde surgió esa convicción es ahora un misterio y, sin duda, uno de los más grandes errores que se han cometido en el plan Bruselas, según todos los indicios, autorizará una cantidad muy inferior, e Iberia tendrá que acometer su reestructuración financiera con la venta de activos. Y con considerable retraso.

Desde el pasado verano, el ministro de Industria, Juan Manuel Eguiagaray, ha venido anunciando, mes tras mes, la respuesta de Bruselas para terminar reconociendo que hasta el pasado jueves España no había enviado toda la documentación que requería la UE. El retraso ha sido generado por una Comisión muy reticente, no en balde el comisario de Transportes es británico y British Airways es la que más se opone a la ampliación. Pero también por la enorme lentitud de la Administración española, que además desaprovechó la ocasión de presentar el plan cuando era un español el comisario de Transportes. Se ha entorpecido el desarrollo de un acuerdo que los pilotos firmaron a trancas y barrancas, con una opinión pública claramente en su contra: Iberia, una empresa con 24.000 trabajadores, se hundía Mientras 1.200 pilotos lanzaban un pulso a la compañia por mantener a toda costa unos privilegios y una influencia completamente desfasados.

Al previsible fracaso en Bruselas se ha unido todos estos meses la lentitud de la compañia para poner en marcha algunos puntos del plan (la reestructuración de Viva, la desaparición de Cargo Sur y el recorte salarial se acometieron con rapidez), y ello ha dado nuevas alas al SEPLA para reivindicar, otra vez bajo la amenaza de huelgas, sus viejas aspiraciones: más control y rechazo al recorte salarial.

Ocho meses después de estar aplicándose el acuerdo, los pilotos decidieron en asamblea no ratificarlo en una actitud sin precedentes en las relaciones laborales. Y ahora, sin embargo, exigen que se cumpla. Comportamientos tan erráticos no. ayudan, desde luego, a la buena marcha de los acuerdos. Pero tampoco lo hace la falta de diligencia de la Administración y de la empresa en cumplir sus compromisos cuando, sin embargo, viene recortando los sueldos desde enero. Las huelgas de los pilotos se unirán a esta cadena de desatinos y costarán, sólo a Iberia, 4.800 millones de pesetas en un momento en el que, pese a todas las dificultades, los números en la compañía van mejorando.

En cuanto a Aviaco, no es admisible la actitud de sus pilotos de aprovechar el río revuelto de Ibería para enturbiar más la situación. Y menos cuando no han sufrido, recorte salarial. Su situación, por lo demás, no es tan buena como para creer que no exige sacrificios, de los trabajadores y de la dirección, para conseguir un recorte de costes.

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