Recetarios morales
EL FISCAL jefe del Tribunal Superior de Justicia de Navarra ha vuelto a agitar, como sacados del túnel del tiempo, toda una sarta de viejos prejuicios sobre el comportamiento de la mujer que se creían definitivamente desterrados de la mente de quienes, de una u otra forma, tienen como oficio impartir justicia.No se trata de opiniones más o menos trasnochadas de un ciudadano cualquiera amparadas en la libertad de expresión. Lo son de alguien que tiene la posibilidad en el curso del proceso de convertir esos prejuicios en atenuantes o eximentes de injustificadas agresiones sexuales. En ello radica su gravedad. El fiscal ha intentado después enmendar el entuerto afirmando que se limitó a describir un contexto social. Pero ha hecho algo más: señalar determinados. comportamientos de la mujer como causa, al menos indirecta, de las agresiones sexuales que sufre.
La benevolencia judicial ante la agresión sexual en virtud de supuestos comportamientos provocadores de la víctima tiene, desgraciadamente, una sólida jurisprudencia. Y actitudes como la del fiscal jefe de Navarra sólo pueden servir para resucitarla. De ahí la extrañeza que produce que nada se haga desde la Fiscalía General del Estado para poner coto a la tendencia de algunos fiscales jefes a convertir sus, memorias anuales en recetarios de sus prejuicios y particulares valoraciones sobre la mujer, la moral y determinados comportamientos sociales.
Hablar de la secretaria que cruza las piernas frente al jefe o de la chica que se sube al coche de un desconocido son estereotipos utilizados hasta no hace mucho por algunos jueces para exculpar o minimizar la agresión sexual. ¿Pretende acaso el fiscal jefe de Navarra que la justicia vuelva a obsequiarnos con bochornosas sentencias del tipo de la del empresario absuelto de agredir sexualmente a su empleada porque ésta llevaba minifalda o de la mujer que no pudo ser forzada porque era casada y cometió la imperdonable imprudencia de subirse al coche de un desconocido a altas horas de la noche?
Sería verdaderamente insultante para la sociedad española que los tribunales de justicia volvieran a decir cosas tales como que los homosexuales tienen un apetito libidinoso mayor que los heterosexuales y que los cantores de tango y las camareras muestran una especial inclinación al comercio carnal. O que perfilaran nuevamente en sus sentencias estereotipos de comportamientos sexuales de la guisa de "la novia desexualizada", el "marido consentido", la "camarera pervertida" o la "violada complaciente".
Si existe un ámbito en el que, más que en ningún otro, ha sido evidente la actitud vacilante del mundo de la justicia en adaptarse a los tiempos y a los valores de1a Constitución, éste es el de la moral y costumbres. Es lógico, pues, que opiniones como las del fiscal jefe de Navarra susciten la consiguiente alarma. Indicarían que esa tensión entre el pasado y el presente sigue abierta, y que algunos pretenden resolverla dando marchas atrás en el túnel del tiempo.
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