La dimisión de Claes
WILLY CLAES, de nacionalidad belga, sufrió ayer la indignidad de ser el primer secretario general en la historia de la OTAN en verse obligado a dimitir. Es ésta la primera gran caída de un alto funcionario intemacional por uno de los numerosos asuntos de corrupción que en los últimos años afectan a las más altas esferas de la política europea.Alto dirigente del Partido Socialista Flamenco, el secretario general deja el cargo al decidir el Parlamento belga su procesamiento bajo la acusación de haber consentido la percepción y desvío a su partido de comisiones por la compra de helicópteros a la firma italiana Agusta y la modernización de aparatos de caza por cuenta de la empresa aeronáutica francesa Dassault, cuando era ministro de Economía en 1988 y 1989. El desenlace demuestra que algo está cambiando en la percepción, conocimiento y persecución de unos delitos con una larga tradición de relativa impunidad.
El abandono de Claes se produce en momentos cruciales para una futura definición de la Alianza Atlántica: poco después de que los aviones de la OTAN, bien es verdad que con más que un empujón por parte de Estados Unidos, hubieran bombardeado las posiciones serbobosnias en la antigua Yugoslavia y contribuido con ello decisivamente al próximo comienzo de negociaciones de paz entre las partes.
Claes se había mostrado, en su año de mandato, como un secretario general ducho en la administración y enérgico en la formulación de alternativas, aunque nuevamente haya sido el apoyo de Washington el que le ha hecho gran parte del camino. Su sustitución no tiene por que convertirse, por ello, en un problema. político, puesto que su sucesor tenderá a inscribirse en un continuismo suficientemente marcado ya por lo que constituye la operación militar de mayor envergadura -en los Balcanes- desde la creación de la OTAN, en 1949.
En cualquier caso, es positivo que en este mundo possoviético los gobernantes no tengan respecto de la justicia prerrogativas superiores a los ciudadanos del común; que la clase política sepa que el tiempo del privilegio y la laxitud en perseguir sus extravíos ha tocado a su fin, y que, en este sentido, por delicada y responsable que sea la posición que ocupe -la de Claes, al frente de la administración de la Alianza, lo es sin duda-, no por ello resulte inexpugnable.
La OTAN encontrará, sin duda, un sustituto adecuado, y aunque la organización lamente, legítimamente, la pérdida de quien apuntaba como un secretario general más que notable y Bélgica se quede, verosímilmente, sin su político internacional de mayor estatura, todo parece indicar que tanto la OTAN como la efectividad de la justicia saldrán ganando con la dimisión.
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