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El jurado, en el laboratorio de pruebas

Once ciudadanos de Baleares juzgan a un acusado para ensayar la ley que entrará en vigor en noviembre.

Blanca Cia

Fue un ensayo. Once personas -cuatro mujeres y siete hombres- ocuparon ayer el estrado derecho de una de las salas de la Audiencia de Palma para juzgar a un joven -Juan Torres Ferrer, de 22 años- acusado de homicidio. Los hechos ocurrieron en la madrugada del 28 de marzo pasado, en un paraje deshabitado de Ibiza, y se trataba de juzgar si Juan Torres había dado muerte, a golpes y arrollándolo con su vehículo, a Jorge Cardona, de 60 años, con quien antes había ido a tomar unas copas.

Ayer, siete meses después de aquel suceso, Juan Torres se sentó en el banquillo, pero el juicio del que era protagonista presentaba una novedad: iba a ser una prueba de la nueva institución del jurado, que entrará en vigor en noviembre próximo. Y aunque el caso será juzgado por tres magistrados, la vista se desarrolló de acuerdo con la nueva Ley del Jurado para experimentar con qué problemas se encontrarán los ciudadanos que partir de noviembre se vean en la situación de tener que juzgar.

Primero se descartó a los candidatos mediante un interrogatorio de las dos partes fiscal y abogado defensora quienes se prestaron a la prueba voluntariamente. Como el caso tiene que ver con las drogas y la homosexualidad, parte de las preguntas para descartar posibles imparcialidades fueron por esos derroteros: "¿Qué opinión tiene de la homosexualidad? ¿Despenalizaría usted las drogas?".

Los candidatos contestaron según su conciencia. Unos dijeron que no tenían reparo alguno frente a la homosexualidad, mientras que otros sostenían, que es una enfermedad. Algunos se declararon a favor de la despenalización parcial de las drogas, pero otros demostraron con un simple encogimiento de hombros que no sabían qué contestar. También se les preguntó si leían la prensa y si eran partidarios del cumplimiento íntegro de las penas. Finalmente, el fiscal añadió una pregunta peculiar: "¿Cree usted en la justicia impartida por los jueces?".

Así se llegó a la selección de los 11 miembros -nueve titulares y dos suplentes-, y el jurado quedó formado por tres estudiantes de derecho, un miembro de una entidad vecinal, un empleado de banca, un periodista, una administrativa, un parado, un profesor de contabilidad, un productor de vídeo y un ama de casa.

Los 11 juraron "desempeñar bien y fielmente la función del jurado con imparcialidad, sin odio ni afecto (...)". Y comenzó el juicio. El ensayo puso en evidencia la necesidad de hacer comprender a todas las partes que, como establece la ley, el jurado y su veredicto tienen que guiarse principalmente por lo que vean y escuchen sus miembros en el juicio oral, y no por lo que ocurra antes de la vista o fuera de la sala. En la prueba de ayer, algunos miembros del jurado tenían visibles dificultades para seguir el desarrollo de la vista y varios de ellos tuvieron que tomar notas rápidamente cuando él fiscal Antonio Vicente Tutor preguntó al acusado sobre otras versiones que había mantenido durante la instrucción.

Porque, como ocurrirá en muchos juicios, en el de ayer también se dirimían dos puntos de vista distintos: el del fiscal, que trató de convencer al jurado de que el acusado, para el que pide 28 años de cárcel, había actuado con premeditación, y el de la defensa, ejercida por el abogado Juan Matas, que sostenía que actuó por un arrebato incontrolable como consecuencia de un pronunciado trastorno mental.

El jurado lo tuvo relativamente fácil en una cosa: al menos el procesado admitió el homicidio, aunque dijo que actuó movido por una reacción incontrolable ante un intento de ataque sexual por parte de la víctima.

Ante el jurado se inició el desfile de testigos y peritos explicando lo que sabían sobre los hechos, el acusado y las circunstancias. El fiscal parecía no reparar en que algunas de sus preguntas eran difícilmente comprensibles por el jurado. Quedó claro que la víctima presentaba signos físicos de mantener relaciones homosexuales, pero no que se hubiera producido un ataque sexual.

El jurado podrá preguntar. El de ayer no lo hizo para no interferir en la vista, que era real, pero, aunque su veredicto no será vinculante, igualmente tendrá que pronunciarse sobre la culpabilidad o inocencia del acusado. Le queda, pues, la parte más difícil. La de hoy.

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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