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Induráin baja su desarrollo y tratará de dejar el record de la hora en 56,200 kilómetros

Carlos Arribas

Las teorías chocaron contra el viento. Las fuerzas de Miguel Induráin, también. Induráin no batirá el récord de la hora con el mayor desarrollo de la historia. Después de tres días de entrenamiento, en el velódromo de Bogotá, el corredor navarro ha decidido utilizar en su intento de batir el récord de la hora un desarrollo menor al inicial mente previsto. Induráin también decidió la hora del asalto a los 55,291 kilómetros de Tony Rominger. Será lo más temprano posible, a las seis de la mañana del domingo (doce del mediodía en España). Antes aún es de noche en Bogotá.

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El 63/14 con el que avanzaba 9,36 metros por pedalada [fórmula para hallar los metros por pedalada: dividir el número de dientes del plato entre los del piñón y multiplicar por la longitud de la circunferencia de la rueda trajera] se quedará en el almacén y en su lugar acoplará a la Espada un 62 / 14 -simplemente baja un diente del plato-, que le proporcionará 9,21 metros de avance por pedalada. Con ese desarrollo deberá incrementar la frecuencia de pedalada para lograr su objetivo, pasar la barrera de los 56 kilómetros.Induráin hizo ayer -sol y poco viento, por fin, desde que amaneció, ni siquiera el rocío empapaba la pista- tres pruebas, cada una con un desarrollo diferente. Se trataba de la búsqueda de la cadencia ideal, aquella en que su corazón no se dispara y puede gastar con regularidad su depósito de energía durante 60 minutos. La primera fue decepcionante aunque rodara en velocidad récord, a casi 56 kilómetros por hora. Llevaba el desarrollo exagerado. Tenía, previsto. recorrer seis kilómetros y se quedó en cuatro.

Quedó claro que el 63/14, el plato gigantesco que tanto le asustó cuando lo vio, no era el desarrollo que podría mover durante una hora a la cadencia prevista, 100 pedaladas por minuto. "Cuando había aire me atrancaba", declaró. "Pero sin obstáculos, con el mismo esfuerzo me disparaba".

La segunda prueba dio con la clave. La hizo con el 61/14, el más pequeño de los desarrollos que ha probado. La pesadez y la falta de ritmo se convirtió en pura fluidez. A Induráin, incluso, le faltaba plato. Se disparó su velocidad -corrió dos kilómetros con salida lanzada -a más de 56 kilómetros por hora- y la cadencia de pedalada, que casi alcanza las 104 por minuto. A partir de ahí, ya se podía hablar en serio. Tanto que media hora después sonó el ¡eureka! Con el 62/14 se dio en el clavo.

Mejor no puede estar

Miguel Induráin está de forma igual, que en el Tour, o sea, en su pico de la temporada. Sus próximos opinan que nunca le habían visto tan fuerte como el día del Mundial. Su potencia queda mermada, sin embargo, a un 88%, más o menos, debido a la rarefacción del oxígeno, el mal de la altitud. Mejor no podía estar. Tanto que movió el 62/14 con la misma facilidad con que lo había hecho con el 61. Su velocidad, entonces, voló de verdad: sobrepasó en tres kilómetros los 57 por hora, tiempo sideral. Ahí se acabaron las pruebas. También los últimos retoques a la Espada.Durante la mañana de ayer bajó la punta del sillín, ensanchó y retrasó el manillar y cerró el apoyo de los brazos. Encontró la máxima comodidad posible dentro de un sufrimiento incrementado por las irregularidades de la pista, que provocan a las velocidades de Indúráin un molesto traqueteo en el manillar. El último retoque será cambiar la rueda delantera de radios por una lenticular. Eso, si el domingo, como está previsto, no sopla el viento. Si sopla, realizará un nuevo intento el lunes, también a las seis de la mañana. Si persistieran las condiciones negativas, Induráin tomaría el lunes el primer avión a Madrid (12.30 horas) y se olvidaría de su aventura colombiana.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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