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Reportaje:

Vísperas de libertad en Jenín

Aumentan los indicios de que Israel se ha decidido a convivir con un Estado palestino vecino

Todavía no está clara la fecha en que los soldados israelíes desmantelarán su cuartel en el centro de Jenín, somnoliento pueblo palestino al norte de Cisjordania, pero sus dirigentes ya están preparándose afanosamente para heredar su control. Especialmente ahora que el alcalde designado hace años por Israel acaba de ser destituido y se ha refugiado en Tiberíades. "Se ha ido a nadar", bromea la gente de Jenín, "y es una pena que en el mar de Galilea no haya tiburones".Sin embargo, los rostros de sus nuevas autoridades interinas se ensombrecen cuando se habla del futuro. "Es tanto lo que hay que hacer que a veces no sabemos por dónde empezar", dice Walid Abu Muez, un taciturno cambista que preside el comité municipal de 11 miembros y cuya lealtad a Yasir Arafat lo ha catapultado al cargo de más importancia en Jenín.

Abu Muez es el jefe local de los munat al-watan, o los constructores de la nación, los instrumentos del proyecto más ambicioso de la historia palestina que Arafat sueña ver coronado con el establecimiento de un Estado independiente adyacente a Israel. La agenda prevé el inicio de ese proceso con el repliegue de las tropas israelíes de los siete grandes centros urbanos de Cisjordania, comenzando en Jenín. Los palestinos dicen que el repliegue debe comenzar el 8 de octubre. Los israelíes, en cambio, están haciendo planes para, el 11 de febrero. Ambos recuerdan y aceptan una constante de la política israelí que se resume en una frase acuñada nada menos que por el primer ministro, Isaac Rabin: "En esta tierra no hay fechas sagradas"'.

Dada la complejidad del acuerdo firmado por Rabin y Arafat el jueves pasado en Washington, los aproximadamente 40.000 residentes de Jenín podrían agreagar que tampoco hay esperanzas de un tránsito fácil del actual estado de ocupación militar al estado de autonomía.

"Es casi como estar en el limbo", observa Qasem Abdel Hadi, otro de los representantes de Arafat en Jenín, "pero ya hemos dado los primeros pasos para salir de esta etapa". Uno de ellos ha sido la formación del comité en el cual están representadas todas las facciones políticas, con la única excepción del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), de George Habache, uno de, los más virulentos críticos del acuerdo de extensión de autonomía, también. conocido como el acuerdo Oslo II y Oslo B. Incluso los islamistas del Hamás participan en el comité.

Las próximas medidas van a ser mucho más complicadas, porque abarcan una infinidad de cuestiones que van desde la resolución de problemas políticos y de seguridad (la extensión exacta de cada sector autónomo, la formación de patrullas conjuntas para velar por la seguridad de caminos y carreteras, etcétera) hasta la más minuciosa regulación para importación de ovejas, producción de sandías y color de las garrafas de gas para las cocinas.

Por lo pronto, los palestinos están más preocupados con las fechas. Después de Jenín, los israelíes tendrán que replegarse de Tulkarem (35.000 habitanes), Nablus (120.000), Kalkiliya (15.000), Ramala (50.000),Belén (35.000) y, finalmente, del más, problemático centro urbano de Hebrón (120.000) y las 450 aldeas y villorrios esparcidos por Cisjordania y donde viven dos tercios de la población palestina.

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Tarde o temprano sus habitanteg van a tener que lidiar los aspectos más prácticos, como los que todavía enfrenta la Autoridad Nacional Palesina (ANP),en Gaza y Jericó más de un año después de su consolidación como entidades autónomas: ¿cuál será el método para mantener los niveles del consumo de electricidad israelí? ¿Cómo se homologará el sistema telefónico? ¿Seguirán dependiendo los palestinos del sistema postal de Israel? Funcionarios palestinos que par ticiparon en la elaboración, corrección y enmiendas del documento, de 400 páginas de texto y cerca de 200 de mapas, gráficos y croquis, confían en que ésas y otras cuestiones serán resueltas gradualmente. La transferencia de la mayor parte del territorio' cisjordano será discutida en 1997, cuando comience a negociarse el status final, que, incluirá la espinosa cuestión de Jerusalén, el futuro de los asentamientos de los 120.000 colonos judíos y el retorno de los refugiados.

Las señales de que Israel se ha resignado a convivir con un Estado vecino, aunque todavía en estado embriónico, están por doquier. Quizá una de las más notables está estos días en el propio Jenín, donde la ausencia de policías y soldados israelíes es de por sí elocuente. En una hora de observación en el centro del pueblo sólo se vio pasar a un solo jeep israelí, desplazándose perezosamente por entre calles adornadas con banderas palestinas y retratos de un sonriente Yasir Arafat.

En circunstancias normales, la situación en Nablus es similar. Cierto, en la semana pasada hubo violentos incidentes con el Ejército israelí que dejaron un saldo de tres palestinos muertos. Pero, por lo general, los israelíes parecen haber optado por mantener un perfil bajo. Esto está creando problemas, dicen muchos residentes. "La ciudad está a merced de grupos de jóvenes palestinos que quieren controlar a la ciudadanía" dice Ibrahim Abdel-Hadi, el empresario más próspero de Nablus, preocupado por lo que ocurra el día que entren los policías palestinos.

En Tulkarem y Kalkiliya, casi sobre la frontera de Israel, no hay síntomas de desorden, quizá porque sus habitantes saben que su bienestar y prosperidad depende del grado de interacción económica con Israel, a cinco minutos de coche. "Lo mejor de todo es que ya no vamos a depender de las leyes israelíes", afirma Basam Fares, un vendedor de repuestos automotrices que dice haberse acostumbrado a la lentitud del sistema municipal, controlado por Israel.

La legislación deberá emanar del Parlamento que los palestinos deben formar tras las elecciones para un consejo de 82 miembros, programada para mediados de abril próximo. El nuevo Gobierno tendrá que regular las actividades políticas, y ahí Arafat puede chocar con los críticos de su estilo vertical y autoritario. "A menos que se respeten las libertades individuales y los derechos humanos, existe el riesgo de que Palestina se convierta en otro Estado policial y autocrático más en el mundo árabe", advertía hace poco el profesor George Giacaman, director del Centro de Estudios Democráticos de la Universidad de Bir Zeit, cerca de Ramala, la ciudad vecina de Jerusalén donde Arafat ya ha desplazado las instalaciones de la radio y televisión palestinas y otros organismos oficiales.

La conducta política del Gobierno de Arafat en Gaza y Jericó no inspira tranquilidad. Decenas de palestinos opositores han sido condenados a prisión por jueces militares designados personalmente por Arafat.

La prueba de fuego para el proyecto de autonomía está en Hebrón, donde 450 colonos judíos viven desde 1968 atrincherados en colonias clavadas en el centro de esa ciudad de 120.000 palestinos Hebrón es la última ciudad en el calendario del acuerdo provisional.

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