¡Rosaria, la de los gatos, está viva!
La suerte de una anciana cuya casa se incendió, alarma a un barrio entero del centro de Madrid
Mariano Alarcos veía ayer, a eso de las dos y media de la tarde, cómo los bomberos apagaban las llamas que mordían su casa, en el número 18 de la calle de Segovia, en el corazón de Madrid. De pronto dijo algo a su mujer, María, de 65 años, y comenzó a mirar por todos lados con miedo.Después comentó en voz alta: "¿Y Rosaria?, ¿dónde está Rosaria la del tercero izquierda?". "Es verdad; dónde está Rosaria, la de los gatos?", se preguntó a su vez el dueño de la panadería-bollería del número 15 de la calle de Segovia. El establecimiento, debido a su estratégica posción, enfrente justo del incendio, se había transformado en una suerte de cuartel general gobernado por la pena de ver cómo la casa de uno mismo, o la planta superior de tu piso, se convierte lentamente en cascotes.
En la panadería-bollería del número 15 se reunían ocho de las nueve personas que vivían en el inmueble y que habían sido rápidamente desalojadas. Nadie estaba herido. Pero faltaba Rosaria Herranz, una anciana que desde su nacimiento en 1914 había residido en la misma casa: justo en la planta tercera, la que ahora era un laberinto de llamas, vigas, humo y paredes echadas a perder. A esa maldita tercera planta a la que intentaban llegar algunos de los 35 bomberos presentes.
Mariano Alarcos temió lo peor, se dio una vuelta y, cuando volvió a la panadería, golpeó en el hombro a un policía: "Mire, no encontramos a una vecina que vive sola y que anda con muletas...".
El policía respondió que cuando los bomberos entraron en el piso se habían asegurado de que no quedaba nadie allí. Pero el nerviosismo triplica el miedo, y a los vecinos no les convenció del todo, quizá porque estas personas parecen coleccionar calamidades: en 1992, ETA colocó una bomba cerca del mismo inmueble que ayer ardió.
A las conjeturas sobre la suerte de Rosaria se sumaban las aventuradas sobre la causa del incendio. Se hablaba de un soplete encendido. El inmueble, del siglo XVII, está en obras desde marzo, y dos cuadrillas de obreros trabajan en su rehabilitación. Todo eran rumores, porque los bomberos no pudieron ayer precisar nada.
Tras una hora de lucha, el incendio fue controlado. Resultado: la cubierta y la planta tercera, devastadas; la techumbre del inmueble contiguo, afectada.
Entonces una anciana con muletas que se abría paso entre curiosos y policías descubrió que su casa era un infierno y que todos sus vecinos la esperaban en la panadería-bollería. Rosaria había salido a las diez de la mañana para visitar a una amiga. Desde la trastienda, tranquilamente, con una sonrisa, pidió: "Que me lleven al asilo La Paloma, que es nuevo y me han dicho que está muy bien".
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