Las sentencias no prescriben
Un hombre tiene que ir ahora a la cárcel por un delito cometido hace doce años y medio
Francisco Javier Carro, Paco, tenía 18 años cuando partió la cabeza a otro joven con una barra de hierro en un altercado callejero.Ahora, cumplidos los 31 años, casado, con empleo fijo y un hijo de dos años, le ha llegado la citación del juzgado de ingresar en la cárcel de inmediato para cumplir dos años y medio de condena.
En estos doce años y medio ha habido un juicio, una apelación y una petición de indulto, pasos todos ellos que, según el abogado de Paco, deberían haberse resuelto en un máximo de cuatro años.
Su defendido no acaba de creérselo y ha empezado a dudar de si hubiera sido mejor cumplir la condena de joven, aun creyendo que fue injusta. "Pero yo ahora no puedo ir a la cárcel", dice. "¿Cómo voy a dejar a mi mujer y a mi hijo?". "La justicia lenta es menos justicia o no es justicia". La frase de Martín Pallín, magistrado del Tribunal Supremo, la difundía Radio Nacional en la tarde del pasado jueves, mientras Paco revisaba por enésima vez los papeles con su nuevo abogado, Felipe Castellón, que ahora se plantea cómo evitar que su cliente vaya a prisión, pero también cómo evitarle otro calvario de años para terminar en lo mismo.
Porque Francisco Javier Carro tiene la sensación de haber cumplido ya una condena de casi 13 años. "Es como una losa. Lo que pasó aquel día de 1983, y el juicio, y todo, nunca lo podremos olvidar. Nunca he podido pedir un crédito ni tener nada a mi nombre y siempre hemos sabido que eso estaba pendiente".
La pesadilla comenzó el día 23 de marzo de 1983, cuando Paco y su hermano Ramón vieron en la Dehesa de la Villa, un parque situado a las afueras de Madrid, cómo un joven trataba de meter a la fuerza en un coche a una conocida suya. Ella misma lo contó, después en la vista del juicio.
El supuesto agresor avisó a otros amigos, y entonces empezó la pelea. En un momento de la misma Paco echó mano de la barra antirrobo de su coche y asestó un fuerte golpe en la cabeza a uno de los otros.
La sentencia no se dictó hasta cinco años después. La Audiencia Provincial sentenció a Francisco Javier Carro a dos años, cuatro meses y un día de prisión por un delito de lesiones graves con agravante de "abuso de autoridad" por haber usado, cree su abogado, la barra de hierro. Se le condenaba también al pago de las costas -925.000 pesetas- y a indemnizar al agredido con 500.000 pesetas por los días de hospitalización sufridos.
Carro se queja de que su abogado de entonces, Emilio Rodríguez Menéndez, envió a la vista a un novato que desconocía casi todo sobre el tema y de haberse dejado llevar por los letrados. "Yo he hecho en todo momento lo que ellos me decían, y cuando salió la sentencia me dijeron que no me preocupara, que apelarían. Mis padres se ocuparon siempre de pagar las minutas", explica Carro. Apelaron, pero el Tribunal Supremo, dos años después, rechazó el recurso y los abogados pidieron el indulto.
Era el año 1990. "Desde entonces no habíamos recibido información alguna sobre nuestro caso", cuenta Dolores Escobar, su esposa. "En los últimos cinco años no hemos sabido nada, y cuando llamábamos al abogado nos decía que estuviéramos tranquilos, que mejor era no menearlo. ¿Qué sabemos nosotros de estas cosas?".
En estos últimos cinco años, Paco y Dolores decidieron tener un hijo tras seis años de matrimonio y él ha consolidado su puesto de trabajo en la empresa de productos farmacéuticos Cyanamid, en San Sebastián de los Reyes. La citación para ir a la cárcel en un plazo no menor de quince días les llegó el pasado viernes y, desde entonces, Dolores dice que no puede dormir.
La casa, en un humilde barrio de Madrid, es un constante trasiego de familiares y amigos. "Si la cárcel tiene por objeto reinsertar a los delincuentes en la sociedad, ¿qué sentido tiene en el caso de Paco, un hombre que ni antes ni después cometió delito alguno?", se pregunta Castellón.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.