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'Okupas' coloniales

Varias familias de La Habana transforman una iglesia del siglo XVIII en una gran ciudadela

Bajo los nervios de piedra de la cúpula de la iglesia de San Francisco de Paula, ocho familias de La Habana, incluidos 11 niños, dos perros y varias gallinas, han rehecho su hogar. Los 36 okupas llegaron al templo hace dos meses, justo un día después de que¡ el antiguo edificio en que vivían en la calle de San Ignacio número 713 se derrumbase tras varios días de lluvia. Jose Frías y el resto de los okupas no llevan el pelo rapado, ni botas negras, ni derribaron puertas aquel día en el barrio de Belén. Simplemente se colaron en la iglesia por una ventana, abrieron el portón principal y empezaron a acarrear sus pertenencias: camas, aparadores, sillas desfondadas, adornos, cazuelas de santo, televisores rusos Krim, bicicletas chinas y hasta un cartel de Fidel Castro.Más tarde, con un cable se conectaron a la red nacional de electricidad, limpiaron los dos baños que existían en el lugar y dividieron con paneles y planchas de cartón la planta de cruz latina de esta iglesia barroca, que fue parte del hospital de San Francisco de Paula, primer centro hospitalario cubano dedicado exclusivamente a mujeres, y que desde finales del siglo XVII contó con una sala de "atención a mujeres divorciadas y abandonadas por sus maridos".

Hace cinco años que los arquitectos del Ayuntamiento declararon el edificio de San Ignacio como inhabitable. Sin embargo, José y el resto de las inquilinos se negaron a marcharse a un albergue que les ofrecía el Poder Popular, pues, según ellos, las condiciones del local eran pésimas. Y así fue que, tras varios días de lluvia y tres décadas sin apenas mantenimiento, el inmueble acabó por claudicar, con lo que unió de forma fortuita la historia de la Revolución cubana con la de esta iglesia colonia].

La primitiva iglesia de Paula fue construida en 1665 con muros de rafas y tapias y techos de tablas y tejas, anexa al hospital del mismo nombre.Ambos, como la casa de José, fueron destruidos por la fuerza de la lluvia y el viento durante el violento huracán que asoló La Habana en 1730. En 1745, bajo la égida del obispo Lasso de la Vega, fue concluida su re construcción y la del hospital de San Francisco de Paula, que fue el segundo que existió en La Habana. El hospital fue edificado con el fin de "servir cuatro camas" dedicadas al cuidado de mujeres, atendidas "de forma permanente" por "una enfermera y una esclava", y un médico a quien la Iglesia pagaba los honorarios. Años más tarde, el obispo Compostela, considerando la agitada vida de La Habana, ordenó separar para las divorciadas "un cuarto labrado destinado para hospitalidad de mujeres donde estén en decente recogimiento".

Allí, éstas "reconducían" su vida y luego "salían a hacer vida maridable". Los documentos de la época afirman que si las mujeres no eran "de calidad conocida", quedaban en "recogimiento" por tiempo indefinido en el hospital de Paula.

José Frías está de pie, junto a su mujer, su suegra y su hijo dentro de un ring de tablas de cinco metros cuadrados que ahora es su casa. Es un hombre afable, de 31 años, técnico en comunicaciones, que habla un buen español y no está acostumbrado a vivir en tal promiscuidad. "Esto es horrible, pero hay que adaptarse", asegura. Bajo la bóveda de cañón, otras siete familias okupas viven en diminutos cubículos sin techo, en espera de que el Ayuntamiento dé una solución a su problema.

Muchos habitantes de La Habana Vieja y Centrohabana están en la misma situación. Debido a la falta de mantenimiento, cada vez que llueve más edificios se derrumban y ya no hay ni albergues para meter a los damnificados. Sólo el año pasado, en la capital ocurrieron 614 derrumbes, y este año la cifra se ha incrementado. El dato es preocupante si se tiene en cuenta que del medio millón de viviendas que hay en la capital cubana, el 26% está en estado regular o malo, y es pésimo en más de 130.000, de las cuales 88.000 son consideradas irrecuperables.

Cae la tarde sobre el barrio de Belén. La gente es habladora en la Alameda de Paula. Dentro de la iglesia de San Francisco de Paula, bajo los nervios de piedra de su cúpula, varios niños okupas juegan bañados en sudor y al fondo se escucha el ladrido de un perro, mientras la memoria revive una historia de huracanes, obispos y mujeres abandonadas. En este centro estuvo la primera Escuela de Comadronas (le Cuba. Hoy viven ocho familias okupas con sus televisores rusos.

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