De la probeta al 'pub'
Louise Brown, la primera niña fecundada 'in vitro', dice, a sus 17 años, no tener la menor sensación de ser un "milagro andante"
Es una chica más bien rolliza, de pelo rubio y ensortijado, una digna sucesora de sus padres, que parecen escapados de alguna película de Ken Loach sobre la clase obrera británica. En su momento -el 25 de julio de 1978, fecha de su nacimiento- se la llamó Baby miracle, pero, en París, donde, por primera vez en 10 años se ha presentado a los periodistas en una multitudinaria conferencia de prensa con ocasión de un simposio sobre infertilidad, dice "no tener el menor sentimiento de ser un milagro andante". A los 17 años cumplidos sus pasos se encaminan hacia el pub: «Papá me riñe cuando regreso demasiado tarde, pero me gusta tomar cerveza con los amigos", y hacia un destino profesional "normal, como el de otras muchas chicas: me gustaría ser puericultora, ocuparme de niños pequeños y por eso estudio para sacarme el título de enfermera".Su hermana Natalie, que permanece silenciosa pero sonriente a lo largo de toda la entrevista, un poco perdida entre papá y mamá, ha tenido menos suerte, tal y como explica mister John Brown: "Ella sólo es el 40º bebé-probeta nacido en el mundo". Louise remacha el clavo: "Me hubiese gustado más tener un hermanito, pero quiero mucho a Natalie". Mamá no deja de pasar tampoco la oportunidad de alimentar los complejos y se equivoca cuando habla de la edad de su segunda hija, que tanto tiene 13 como 15 años.
Como es obvio, Louise no recuerda nada de las circunstancias que la han hecho un ser excepcional y famoso, es decir, de su primitiva condición de óvulo aspirado del vientre de Lesley Brown para luego reunirse en una probeta con un espermatozoide de John Brown, encuentro celebrado en presencia de los doctores Robert Edwards y Patrick Steptoe, que nueve meses después serían sus padrinos. "No me dijeron que era una niña probeta hasta que cumplí cuatro años y tuve que ir a la escuela. Mis padres querían protegerme de las hipotéticas bromas de mis compañeros. La verdad es que entonces apenas entendí nada de lo que me contaron".
Louise ha crecido sin necesidad de ningún tipo de atención psicológica especial, se ha limitado "a ir al pediatra, como los demás niños. Es totalmente normal". Papá, Brown no se cansa de repetir una y otra vez el adjetivo "normal", y se ríe cuando recuerda que el pediatra del Kershawas Hospital donde nació Louise "nos recomendó que cambiásemos de país para que ella pudiese crecer tranquila". Siguen viviendo en Bristol (Inglaterra).
Es bien conocido que nuestra civilización premia a quienes hacen algo por primera vez: poner sus pies en la Luna, correr los 100 metros lisos en menos de 10 segundos, pintar una tela cubista o devorar 100 tortillas en un día. Inaugurar lo que sea concede protagonismo y ese heroísmo moderno que, según Andy Warhool, a todo mortal le llega en su vida, al menos durante 15 minutos. Louise Brown es una vuelta más a la tuerca de la paranoia inaugurativa, ya que ella no ha hecho nada, literalmente, por merecer fotos, entrevistas y popularidad. Es más, ni tan sólo ha heredado la fama: no es ni princesa, ni hija de actores célebres o de esos personajes conocidos porque salen en las revistas de personajes conocidos. "No me he planteado aún si deseo tener hijos. Sé que como enfermera no voy a interesarme de manera especial por las técnicas de reproducción asistida. Tan sólo quiero aprender a cuidar niños".
Louise y Natalie son el fiel retrato de sus padres. Su gran mérito es ser como el resto de los mortales, haber crecido como ellos, tener el mismo aspecto que otras chicas de su barrio, poder ser estupendos personajes secundarios de las películas Lloviendo piedras o Rif-raf. Eso, en su caso, se supone que es excepcional porque Louise es una "niña probeta", la primera, y Natalie, aunque figure en el puesto 40º en el ranking de los partos, ocupa también una posición próxima al liderazgo si la consideramos en tanto que "hermana-probeta".
Ellas son -y no Claudia Schiffer-, con sus mejillas sonrosadas, sus orígenes de docker y su aire a lo lolaylo británico, lo que un cursi llamaría las Evas de una nueva era.
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