"No fabriquéis más minas, por favor"
Mutilados camboyanos piden en Madrid acabar con tan atroces armas
Cuando Song Kosol -Sol- y Tun Channareth -Sareth- entraron con sus piernas mutiladas en la sala de Manos Unidas repleta de periodistas, se hizo un silencio de respeto y horror. "Cuando pisé la minas", contó ayer Sareth, camboyano de 35 años con seis hijos, que perdió las piernas por culpa de una mina en 1982, "me recogió un amigo. Me llevó al campamento de refugiados y allí me cortaron las piernas. Cuando me desperté y me encontré sin piernas, no tenía ningún deseo de vivir. Estaba casado y tenía una hija, y veía que ya no podría ayudarles".Agazapadas en 62 países, 200 millones de minas antipersonales esperan que alguien las toque para matar o herir. Además, cada semana se fabrican otras 50.000. Cada mes producen 1.400 muertes y 780 mutilaciones. Entre los principales productores de estas armas figuran China, Italia, Rusia y EE UU. Entre los 48 países con fábricas de minas también está España.
" Sólo quería morirme" dijo Sareth. "La vida de un mutilado es muy difícil y miserable. Cuando ya estaba mejor, me llevaron a otro campamento con mi mujer. Allí vivimos cerca de diez años. Todos esos años deseé ir a un país donde hubiera libertad. Porque en mi país no hay auténtica paz, ni derechos humanos, ni solidaridad. Ni siquiera tierra, porque está llena de minas. Falta arroz".
En Camboya, un país de 9,6 millones de habitantes, existen ya 50.000 mutilados por este armamento. Una mina cuesta entre 500 y 1.000 pesetas, lo que las convierte en una oferta ideal para las guerras en países pobres. Localizarlas y desactivarlas sale por 100.000 pesetas cada una. El programa de Naciones Unidas para detectarlas es tan lento que, al ritmo actual, se necesitarán mil años para acabar con las que hay ahora diseminadas por el mundo.
"Estábamos perdidos en nuestro propio país", continuó Sareth. "Pero yo he tenido suerte, y he encontrado trabajo produciendo sillas de ruedas para mis compatriotas. Eso me hace sentirme útil y feliz, porque les ayudo a salir de sus casas y moverse. Llevamos ya dos años fabricando sillas, entre 60 y 80 al mes".
Sareth y Sol vinieron ayer a España con Kike Figaredo, que coordina el trabajo de reinserción de mutilados que lleva adelante en Camboya el Servicio Jesuita a Refugiados. Sol, con una pierna mutilada por una mina que estalló a 50 metros de la casa donde dormía, no quiso apenas hablar: "Me llamo Song Kosol. Tengo 11 años. Vivo en Bovel. Y he venido aquí porque quiero conocer Europa y pediros que nos ayudéis a acabar con las minas en el mundo... Y ya no quiero decir más".
"Somos 15 personas mutiladas trabajando", siguió Sareth, "pero no llegamos a cubrir las necesidades de los minusválidos de mi país. Ahora he venido a los países grandes e industrializados para pediros que hagáis todo lo posible para que no se fabriquen minas en el mundo. No produzcáis más minas, por favor. Decídselo a vuestro Gobierno. Os ruego que tengáis compasión de nosotros. Entre vosotros, que tenéis todos buena educación, usad los conocimientos para cosas buenas".
Manos Unidas, la Coordinadora Española de ONG, Greenpeace, Médicos sin Fronteras, Intermón, Unicef, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, ACADICA y el Servicio Jesuita a Refugiados han desplegado una campana para erradicar la fabricación, almacenamiento y uso de las minas terrestres. Algunos países -entre los que se encuentra España- han declarado una moratoria en su producción. Pero Ana de Felipe, presidenta de Manos Unidas, opina que hablando de un arma tan inhumana -"y ya es absurdo tener que hablar de armas inhumanas"- no son suficientes los plazos y las moratorias; "hay que lograr la prohibición total". Su objetivo inmediato: que la reunión de finales de mes en Viena para revisar el Convenio Mundial sobre Armas Inhumanas contemple la abolición de las minas.
"Si venís a mi país, os daréis cuenta del problema" terminó Sareth. "Tenemos 10 millones de minas. Es de una crueldad horrible".
Pero lo inhumano todavía puede ser más inhumano. Y el disparate, mayor: existen las minas mariposa, fabricadas por la ex URSS y especialmente abundantes en las tierras de Afganistán. Tienen dos alas, el tamaño de una mano y están pintadas en brillantes colores, que las hacen muy atractivas para los niños, que a menudo piensan que es un juguete. En una de las alas llevan un líquido explosivo capaz de arrancar un brazo.
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