Patrona flotante
100 nadadores acompañan en Fuentidueña el descenso anual por el río de la Virgen
Es difícil bajar nadando de noche por un río de aguas color chocolate con la aprensión de no saber qué es lo que te pasa rozando. El asunto se complica si se hace portando una antorcha en una mano, sirviendo de timón al trono flotante de una una imagen, o gritando constantemente: "¡Viva la Virgen de La Alarilla!". Esto es lo que hacen cada año un centenar de vecinos de Fuentidueña del Tajo (1.350 habitantes) para honrar a su patrona, por mantener la tradición o, simplemente, porque sus ancestros eran pescadores y llevan el río en la sangre.Pedro López, de 52 años y barquero de la Virgen, como sus tatarabuelos, explicaba el sábado por la noche, antes de comenzar la procesión, que su patrona es navegante porque la ermita está en la otra orilla del río y los romeros desde siempre han tenido que atravesarlo. Primero lo hacían por un vado, después en un barco de pesca. Ahora los puentes han eliminado el impedimento físico, pero la tradición, se mantiene y descienden en una balsa de aluminio de 25 metros cuadrados, que flota sobre una treintena de bidones y está adornada con la silueta, luminosa de un castillo.
Los tiempos cambian y el río se lleva la peor parte. Carlos Zamora, que ha acompañado a la Virgen a nado durante 29 de sus 38 años por los dos kilómetros que separan el nuevo puente de la autovía del viejo, recuerda que cuando él empezó el agua se podía beber. Este año, el Ayuntamiento ha tenido que pedir a la Confederación Hidrográfica del Tajo que soltase agua de los embalses para que la embarcación no encallase.
Sólo la luna llena ilumina el Tajo cuando los cofrades embarcan a la Virgen. Mientras, los 15 miembros de la peña El Tope se meten en el río. Desde hace 14 años nadan delante de la balsa con una antorcha en una mano y formando cruces ígneas sobre las aguas. Luego se sumergen dos buzos, que han venido desde la capital, y el centenar de romeros en bañador que empuja la balsa hasta el centro del río.
Cuando, se encienden las 1.200 bombillas de colores del trono flotante, el río es un bullidero de voces: "¡Cuidado con los remos, no deis a alguien! ¡Aquí hay un árbol hundido! ¡Tirad de esa cuerda o encallamos!". Los vítores a la Virgen se confunden con los estallidos de los cohetes y los aplausos de las miles de personas que esperan en las orillas. Todo sucede muy deprisa. Los 15 portadores de antorchas han llegado, alaban a la patrona y todos a una apagan las teas. Los barqueros, bregando con los remos o con largas varas, que hincan en el fondo del río, maniobran para pasar por uno de los ojos del puente. La banda toca, y cuando la balsa atraca los estallidos de los fuegos artificiales suceden al fragor de la travesía.
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