Sin ética no hay buen periodismo
Al novelista García Márquez, premio Nobel de Literatura, le hubiese gustado ser Defensor del Lector de un periódico. Quizá por ello en el taller sobre reporterismo periodístico impartido por él a 12 jóvenes periodistas, seis de América Latina y seis españoles, organizado en Miraflores de la Sierra (Madrid) la semana pasada por la Escuela de Periodismo de EL PAÍS / Universidad Autónoma de Madrid, el problema de la "defensa de los lectores" estuvo siempre presente. El escritor colombiano tiene tan asumidas las críticas "justísimas" que los lectores suelen hacer a los atropellos a la lengua cometidos por los periódicos que reveló con humor que habría aceptado ser Defensor del Lector, pero sólo a condición de que hubiese podido disponer de varias páginas del diario para "denunciar todos los errores que se cometen en él". García Márquez siente tanto el tema: de la ética periodística que sobre ello acaba de, organizar un seminario en Colombia en la Fundación para el Nuevo Periodismo que él preside. Durante este seminario de Madrid fue el escritor y filósofo Fernando Savater quien planteó el tema espinoso de la ética de la información con los 12 periodistas. Una discusión apasionada que dejó patente la dificultad enorme que existe a la hora de tomar ciertas decisiones en estos temas para poder conciliar, por ejemplo, al gunos derechos sacrosantos como la libertad de expresión y el respeto a la intimidad de los de más. ¿Cuál debe prevalecer en un momento de conflicto?Si es verdad que el principio príncipe del periodismo es la libertad de informar a los lectores, ¿tiene el ciudadano lector derecho a saberlo absolutamente todo? "De ningún modo", respondió Savater, quien hizo reír a los periodistas con este comentario: "Si un lector dice: 'Es que yo quiero saberlo todo, que me lo cuenten todo', habrá que decirle que se aguante, porque a mí también me gustaría abrirle las cartas a mi mujer y saber todo lo que le escriben, pero no debo hacerlo". ¿Y se puede escribir lo que a uno se le antoje porque todos tenemos el derecho a la libertad de expresión? "Tampoco", respondió el filósofo, "porque en ese caso un espectador -en aras a ese derecho- podría levantarse durante la proyección de una película en un cine público y ponerse a gritar o a expresar lo que siente porque nadie puede impedirle decir lo qué quiera ¿Y podría un periodista dar una información falsa para evitar una catástrofe? Un ejemplo propuesto fue el siguiente: imaginemos que sólo publicando una información falsa puedo evitar que estalle una bomba en un lugar público. ¿Puedo hacerlo? ¿Debo hacerlo? No fue fácil una respuesta de consenso. Savater hizo una distinción: "Un periodista puede plantearse el problema personalmente como un caso de conciencia y de moral. ¿Pero puede comprometer en su credibilidad a todo el diario, que correría el riesgo de que, en adelante, no fuera ya creíble en sus informaciones al no estar . seguro el lector de cuándo se da una información falsa, aunque sea con un fin noble, y cuándo una verdadera? Es como el tema de la tortura, comentó también el filósofo: "Es evidente que si estuviera en peligro inminente de vida mi hijo y yo pudiera evitarle la muerte torturando a alguien, quizá no supiera contenerme. Y a pesar de todo yo tengo que defender como principio ético que no se puede torturar a nadie Para adquirir información secreta, ni siquiera por fines buenos". ¿Existe la objetividad absoluta en la información? Para demostrar que eso es imposible, aunque todo periodista debe tender a ser lo más objetivo posible, Savater puso un ejemplo muy gráfico que produjo hilaridad: "Si ustedes ponen ante una vaca a un zoólogo, a un médico, a un filósofo y a un hambriento para que les hablen del animal, es difícil que todos escriban lo mismo de él. Cada uno verá a la vaca con el color de sus gustos y de sus necesidades". Recordó el catedrático de Ética que no podemos olvidarnos de que no somos un "objeto", sino un "sujeto", y que, por tanto, un ser humano puede actuar sólo "subjetivamente".La competencia desleal Los periódicos son también empresas y en la medida en que sus balances sean positivos podrán seguir viviendo, por lo que la libertad de expresión está en juego en una empresa periodística en crisis económica. ¿Pero qué hacer si la prensa de la competencia, por ejemplo, no es leal con algunos, principios éticos mientras un periódico con rigor informativo tiene que sujetarse a los cánones deontológicos que se ha impuesto y que en parte lo limitan? Para Savater, en este caso, lo más eficaz es que los lectores conozcan abiertamente dichas normas éticas del periódico, que sepan cómo se trabaja en ese diario. "Ésa es la mejor publicidad que se puede hacer a los lectores", comentó.
Entre las normas de rigor informativo que se ha impuesto EL PAÍS figura la de que los entrevistados puedan conocer lo que se va a poner en su boca antes de su publicación, si así lo exigen. García Márquez, con su nuevo trabajo aún sin publicar -que no es otra cosa que un reportaje periodístico de más de 400 páginas sobre los secuestros perpetrados por el narcotráfico en Colombia-, ha dado un ejemplo magnífico de este rigor ético en la información. A la pregunta sobre cuándo va a salir su obra a la calle respondió que aún no lo sabe con exactitud porque antes tiene que hacérsela leer a las personas con las que había hablado y de quienes había recibido información. ¿Pero es que ésas personas no se van a fiar de que usted haya reproducido bien sus informaciones? El escritor respondió que es él quien no se fia de haberles interpretado siempre bien y que es mejor que sean ellos quienes confirmen que no les ha tergiversado. Quizá a ello se refería Miguel Ángel Bastenier cuándo, interviniendo en el debate con Savater, dijo que la mejor receta ética para un informador, aunque pueda parecer una obviedad, es "hacer buen periodismo". El escritor colombiano, que vuelve a su primer amor de reportero, nos ha dejado precisamente estos días un magnífico ejemplo de lo que significa ser un "buen periodista".
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector o telefonearle al número (91) 337 78 36.
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