Peatones
El viajar por otros países de Europa permite constatar, junto con el menor nivel de prudencia y cortesía de nuestros conductores, el aún peor de nuestros peatones. No se da en esos países esa tendencia descortés, y hasta suicida, del peatón peninsular por correr, si es preciso, para hacer parar al coche, y mirar con orgullo, como quien ha hecho una acción meritoria, al conductor de turno. Yo, precisamente porque como conductor procuro ser prudente y ceder el paso, como peatón lo cedo aún más a los coches, porque reconozco la cantidad de factores que juegan contra el peatón: la posible distracción del conductor, lo! reflejos deslumbrantes y mala visibilidad en distintas circunstancias, el mal cálculo de las distancias, los fallos en la maniobra (resbalón del pedal, etcétera) y los fallos mecánicos (frenos, etcétera). Todo eso sin tener que recurrir al famoso instinto básico aesino del conductor... o al instinto suicida del peatón.
El "bienaventurados los que creen en los pasos de cebra, porque pronto verán a Dios" no es, desgraciadamente, una broma. Mientras no haya campañas serias de concienciación de los peatones sobre los peligros que deben- evitar y la cortesía que también ellos deberían practicar, los pasos de cebra y similares seguirán siendo un sistema brutal de selección natural.-