La imposible guerra naval de Greenpeace
La explosión de Mururoa volvió ayer a hacerse esperar. Estaba anunciada desde el viernes, pero en la propicia hora de la madrugada ninguno de los barcos de la flotilla de la paz escuchó nada. Todo era silencio. Sólo roto por el anuncio transmitido por radio de que dos lanchas lanzadas hacia el atolón con cuatro ecologistas estaban a punto de penetrar en la laguna. "¡Estamos en la boca de la laguna! ¡Vamos a entrar!". Luego, otra vez el silencio, y más tarde, la confirmación por parte de la Marina de que ese desesperado intento de retrasar la explosión había fracasado. "Habrá nuevas acciones en las próximas horas", prometía David McTaggart, fundador de Greenpeace y responsable de la operación. "No les dejaremos tranquilos"
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