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¿Para qué sirven las pruebas nucleares?

No parece que el Gobierno francés vaya a renunciar a seguir realizando pruebas nucleares, a pesar de la presión internacional en contra, quebrando así la moratoria adoptada en 1992, después de que hubieran entrado en vigor las moratorias anunciadas por la ex URSS, Estados Unidos y Reino Unido. Francia parece, por el contrarío, decidida a integrar, junto con China, el exclusivo club de países que siguen explosionando ese tipo de artefactos, dentro del ya muy exclusivo club de las potencias nucleares.Sin olvidar la intransigencia de China, que nunca ha dejado de realizar pruebas, que se permitió hacer una tan sólo unos días después de la firma del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), y que sigue haciéndolas desde entonces, resulta quizá más incomprensible el cambio registrado en Francia, precisamente por tratarse de una vuelta atrás, de la ruptura con una moratoria libremente decidida por las autoridades francesas, en contraste con China, que nunca se dignó hacer una tal concesión al resto del mundo.

Se ha dicho que la posesión del arma nuclear por parte de Francia es buena para su defensa y también para la defensa de Europa. Respecto de lo primero, me permito dudarlo, pero es una cuestión que deben decidir los franceses; respecto de lo segundo, como europeo, no puedo sino ver inconvenientes en que un país próximo sea una potencia nuclear. Ya desde la época de la guerra fría y el equilibrio del terror entre las dos superpotencias, y con más razón ahora, siempre me ha parecido que la posesión de armamento, nuclear es el principal motivo para ser un posible blanco de otras potencias nucleares y, por tanto, una causa de inseguridad, al contribuir a que algunas de las armas nucleares desplegadas por toda la superficie del planeta apunten al feliz poseedor de tales artilugios.

Por eso estoy en radical desacuerdo con ese argumento destinado a ganar nuestra adhesión, y me extraña sobremanera que el líder del principal partido de la oposición y candidato a presidente de Gobierno haya aceptado como bueno algo que en ningún caso aumenta nuestra seguridad y que más bien la compromete. Otra cosa es que se piense en términos de capacidad ofensiva y de ser alguien en el mundo gracias a la posesión de un arsenal nuclear, pero eso, de nuevo, no significa ventaja alguna para el conjunto de Europa. En todo caso, resulta bastante atrevido hablar en esos términos en nombre de los europeos; convendría preguntarles lo que opinan al respecto antes de imponerles determinado concepto de seguridad. O, por mi parte, creo que a los europeos, tal y como semanifiestan en todos los sondeos de opinión sobre el tema, les gustaría ser alguien en el mundo por multitud de otras razones, que no faltan, sean éstas económicas, científicas, morales, culturales, industriales u otras.

La valoración de lo que supone la reanudación de las pruebas nucleares debe situarse, a mi juicio, en el contexto de la firma, el pasado mes de mayo, de la continuación indefinida del TNP. Los más de 170 países firmantes, de los que únicarnente Rusia, Estados Unidos, China, Reino Unido y Francia poseen legalmente el arma nuclear, han estampado su firma en un tratado claramente asimétrico, que consagra la existencia de dos clases de países, comprometiéndose los no nucleares a cumplir condiciones de las que están exentos los cinco citados. Para que estos países hayan aceptado firmar el acuerdo, en los términos propuestos principalmente por las potencias nucleares, ha sido decisivo que en el texto se recogiera el compromiso de avanzar hacia el desarme nuclear total, empezando por un tratado de prohibición de pruebas nucleares, a ser firmado durante el año que viene, seguido por otras medidas que permitan encaminarse hacia un mundo en que haya desaparecido esa terrible amenaza. No es que con ello se eliminen definitivamente los medios de guerra y destrucción, desgraciadamente. Hay que reconocer que aun sin usar armas nucleares se han producido y se siguen produciendo matanzas abominables, pero no es mala idea empezar por la potencialmente más mortífera de todas las conocidas. Eso es lo que quieren y han expresado al ratificar el TNP los países que no poseen el arma nuclear, me atrevería a decir que incluyendo España, y no seguir conviviendo con la existencia de armamento nuclear en otros países y asistir a su progresivo perfeccionamiento por unos medios o por otros.

La prohibición de las pruebas es, en sí, positiva, porque evita las agresiones medioambientales que inevitablemente producirán. Pero ese aspecto del problema, con ser importante, no es el principal, a mi juicio. Hacer de ello el único caballo de batalla puede desviarnos de las razones de índole más global en contra de las pruebas y embarcarnos en debates, interesantes e inacabables, acerca de sus efectos, reales, pero limitados, debido a que las pruebas son subterráneas, o a una estéril compara cion con otros muchos agentes nocivos seguramente más peligrosos operando en la actualidad.

Porque lo decisivo, a mi juicio, es que la voluntad reflejada en el empeño por seguir con los ensayos nucleares, y en la discusión acerca de si es posible mantener operativo el arsenal nuclear sin los tales ensayos, es contraria al espíritu del TNP. O por lo menos al de la inmensa mayoría de los países firmantes que explícitamente han argumentado que su objetivo final es el desarme nuclear y no la congelación de la situación actual, peligrosa e injusta. El problema es, pues, que la continuación del programa de pruebas supone la frustración dé las expectativas dé quienes apoyaron el TNP y luchan por la prohibición de las pruebas nucleares como un instrumento hacia un objetivo más ambicioso. La cuestión de la. posible utilidad de los ensayos nucleares es, así, menos importante que la que se refiere á la finalidad última de su total prohibición.

Por otro lado, las sugerencias que empiezan a lanzarse desde las potencias nucleares acerca de si el futuro tratado de prohibición de pruebas deberá ser, total o habrá algún límite de potencia explosiva por debajo de la cual los ensayos serán autorizados, van en ese mismo sentido de fraude moral al deseo de que desaparezca por completo el arma nuclear de la faz de la tierra, no de que se vaya perfeccionando. Esperemos que la presión internacional y el buen sentido consigan cambiar la decisión del Gobierno francés, que China deje de una vez de explosionar sus propias armas nucleares y que los países que las poseen comprendan y acepten que la firma del TNP, respondiendo a una opinión pública universal, es una invitación a que inicien en serio el camino del desarme.

Cayetano López es catedrático de Física de la Universidad Autónoma de Madrid.

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