Un gran pianista para Bartok
La Sinfónica de Euskadi y su maestro titular, el austriaco Hans Graf, ofreció su tercera actuación para la 56ª Quincena de San Sebastián en el Teatro Victoria Eugenia al completo. El atractivo programa cubría tres objetivos: el mejor clasicismo vasco y español en la Sinfonía de Arriaga, muerto en París a los 20 prometedores años, en 1826; la Andalucía mágica y honda universalizada por Falla en El amor brujo y otra visión de lo nacional: la del húngaro Bela Bartok, cuya vida se extinguió en Estados Unidos hace medio siglo.Cima de la noche fue la versión del Concierto número tres, para piano y orquesta, de Bartok, obra terminal del gran nacionalista que saltó, con creces, las bardas del corral pintoresco y racial. Frank Braley cuenta ahora 27 años y a los 22 se alzó con el gran premio Reina Isabel de Bélgica.
Es pianista que otorga a la hermosa partitura, en todos sus bien contrastados movimientos, una admirable naturalidad, servida por un sonido transparente y poético y un virtuosisilo arrollador pero siempre plegado a la idea musical.
Tuvimos un Falla bien enfocado en los tiempos -lo que no sucede siempre-; trabajado en los detalles y en general un tanto aséptico, con la intervención en las canciones de la gitana franco-catalana Ginesa Ortega poco conveniente al pensamiento y el estilo de don Manuel.
Al final la Sinfonía de Arriga tuvo las virtudes de la claridad y la frescura propias de un creador joven e instintivo. La orquesta y su director mostraron su alta calidad y larga flexibilidad, beneficiadas ahora por la caja acústica instalada en el escenario del Victoria Eugenia. El éxito fue total y clamoroso.