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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El huevo de la serpiente

HAY UNA cierta y peligrosa tendencia en la sociedad, y por desgracia también en la policía, a considerar que ciertos grupos, trivialmente calificados como tribus urbanas, son un fenómeno inevitable en las grandes urbes y sus periferias, cuyo mensaje, más o menos burdo o violento, no lleva más allá de conductas agresivas o maleducadas y algún que otro incidente de fin de semana provocado por el alcohol o las drogas. El boletín interno de un grupo de skin-heads del que hoy informamos debería ser una señal de alarma para todos. Porque demuestra que en grupos en esos ambientes juveniles, a los que se tiende a considerar poco más que como cuadrillas molestas, está germinando una ideología auténticamente nazi con un gran potencial criminal. Y que ésta ya ha generado grupos bien organizados en muchas partes de España, comunicados entre sí y, sorprendentemente bien informados y operativos.Queda así terriblemente patente que grupos violentos y racistas en Madrid, Barcelona, Burgos, Bilbao, Logroño, Granada y otras ciudades han dado ya el salto cualitativo hacia la observación y vigilancia de sus enemigos, sean éstos miembros de otras tribus, anarquistas, feministas, homosexuales, meros demócratas o izquierdistas. Por muy rudimentarios que parezcan sus métodos y despreciable y ridículo su lenguaje, disponen de conexiones suficientes para tener datos muy concretos sobre sus víctimas potenciales, como domicilio, matrículas de coches, teléfonos y conducta habitual. Por mucho que en la policía reine la tranquilidad al respecto, hasta el extremo de reducir a la práctica inexistencia a sus apenas creados grupos especializados en la lucha contra estas bandas, estamos ante un peligro real de terrorismo nazi que nada tiene que ver con entusiasmos pubertarios.

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Grupos como Jóvenes Contra la Intolerancia y otros movimientos contra el racismo vienen advirtiéndolo desde hace tiempo. La indiferencia con que se ha respondido a la proliferación de estos grupos alimenta su osadía y anima a indecisos a entrar en los círculos de adoctrinamiento fascista y exaltación del odio y la violencia. No hace falta recordar a Adorno para comprender que ciertas actitudes criminales han de ser combatidas en su génesis, porque ignorarlas es suicida para los demócratas. El huevo de la serpiente siempre está en los sótanos de la sociedad libre. Pero ésta tiene que defenderse con determinación, con la ley en la mano, para que el crimen y sus adoradores nunca se sientan impunes.

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