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Tribuna
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Encefalódromo

El importante debate, oportunamente traído a colación por quienes tienen la responsabilidad de hacer pensar a la sociedad, sobre si conviene o no que las terapeutas sexuales sean apartadas de la vista de los ciudadanos y reunidas en uno o varios putódromos, similares al tantas veces solicitado y nunca concedido manifestódromo, debe ser ampliado. Ya que, en opinión de algunos autores,, lo que se pretende con las propuestas hechas desde la Puerta del Sol y la plaza de la Villa es mejorar la seguridad de numerosas barriadas en las que la exhibición de una amplia gama de chichas, maquillajes y contoneos estaría provocando disturbios no conocidos desde los tiempos de la movida de Gomorta; bueno es que se medite sobre el efecto lenitivo que podría tener el traslado de otros gremios y colectividades también causantes, según parecer de otras escuelas de pensamiento, de segregación de adrenalina, cuando no de espuma rábica, a zonas donde, por un lado, no se les vea y, por otro, puedan ser controlados como manda la parte del sentido común que nos impulsa a evitar que el hombre sea un lobo o un director de recursos humanos para el hombre.Pensemos, pues, si en esta ciudad que tantas veces es llamada "abierta", incluso por quienes no harían ascos a la colocación de robustos portones en Azuqueca, Arganda, Getafe, Alcorcón, Pozuelo y San Sebastián de los Reyes, además de Chamartín y Barajas, y hasta en los embarcaderos del Manzanares por si se colara durante la crecida de abril algún carguero lleno de polizones, no sería útil instituir, además de una o varias zonas de libre fornicación comercial, un encefalódromo o barrio reservado a la cada vez más numerosa y, por tanto, según esos otros autores, más dañina, grey de gestores, asesores, pensadores e ideadores de soluciones urbanas, cuyos componentes son fácilmente distingibles de los especímenes humanos corrientes, tanto por su apego. a la uniformidad indumentaria, como por el extraordinario dialecto con el que se expresan y el trastorno neurológico degenerativo que les impulsa a consensuarlo todo, lo mismo la ubicación, metro arriba metro abajo, de un chirimbolo, que la hora apropiada para la micción de media mañana del personal fijo, fijo discontinuo o eventúal.Piénsese si no haría mucho. bien reservar un barrio, o mejor un distrito entero, para evitar hacinamientos, a esta tribu que alquila su cerebro como otras gentes otras partes, y enerva a ciertos ciudadanos igual que la presencia de rabizas solivianta a otros, para que los madrileños refractarios no tropiecen con, ellos a todas horas, y eviten así el bullir de venas y rechinar de colmillos que les produce su avistamiento al recordarles que bajo sus calaveras palpita el magma gris que ideó la perforación dé su calle, para que bajo su ventana, en lugar de 100 coches por minuto pasen 200; o el lóbulo prodigioso cuyo laberinto de impulsos microelectrónicos dio un buen día en decidir que los castaños y las acacias sirven para arder en el monte y no para ocultar en la plaza de su barrio la agradable vista, en lontananza, de la flamante cuarta autovía de circunvalación, destinada, más que a descongestionar el centro, que no es tiempo de portentos y hasta la Madre Santísima arrojó la toalla y emigró a El Escorial, a dar a la urbe, a vista de pájaro, un moderno aire de alcachofa seccionada, sumamente sugestivo para el turista que se aproxima, emocionado, a Barajas.

Cierto es que lo complicado del alma hace que muchos no vean en las prostitutas, cuando es inoportuno contratarlas, personas dedicadas a su humilde industria, sino aberrantes heraldas de cuantos crímenes y sevicias albergan sus cabezas. Pero cierto es también que, del mismo modo, y asimismo por causa de la complejidad de la condición humana, otros sufren alucinaciones intolerantes similares al contemplar el paso de los cabezas preñadas. Y en su delirio piensan que con mas razon, pues si las desdichadas fulanas cargan con la compañía de chorizos y macarras en su fanática opinión los profesionales del orgasmo planificador y la fellatio urbanística llevan consigo una hueste de tironeros hipotecarios, sirleros de buenas panorámicas y depravado s con mono de asfalto y cemento cuyo ejemplo, creen, no es bueno para los niños.

Malo será que se deje pasar el verano sin ir más allá en el, de suyo, crucial asunto de la ubicación de las meretrices. ¿Por qué quedarse en el simple dilema que se nos aparece bajo la fórmula "putódromo si, putódromo no"? ¿Por qué no, también, un encefalódromo, lindante con el otro recinto para mejorar el negocio, abaratándolo mediante la reducción de gas tos de desplazamiento?

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