Antes de que llegue el PP
Acudieron juntos al palacio de La Moncloa. Terminaba julio de 1 995, Antonio Gutiérrez conducía un Peugeot 405 gris, sin escolta. UGT y CC OO iban a escuchar una vez más, con cierto escepticismo, la declaración de intenciones de un Felipe González aparentemente en fase política terminal. Entre Cándido Méndez y Antonio Gutiérrez hay unidad de vehículo, de acción, de expectativas ante el PP que viene. También casi un calco ambiental entre las sedes de los sindicatos, austeras y neutras, sin otros adornos que los carteles, no muchos, y esos inevitables regalos souvenirs de los compañeros de aquí y allá: el muestreo del kitsch conmemorativo. También coincidencias de percepción de la situación en España, Europa, el mundo y en el análisis del camino andado hasta la tercera fase de la democracia española en la que la, derecha puede recuperar el poco tiempo perdido y aprovecharse del trabajo sucio del felipismo, por ejemplo: la reforma laboral, los contratos basura, el decisionismo del Gobierno imposibilitando la pedagogia de la negociación entre empresarios y sindicatos. Los empresarios de este país están acostumbrados a influir Políticamente sobre los Gobiernos para evitarse el diálogo con los sindicatos. No les va mal. En España se han producido unas ganancias del capital muy por encima que sus rendimientos medios en la CEE sin que se traduzca en una mayor productividad. De esa productividad del capital poco se habla. El capitalismo español, salvo loabilísimas excepciones, es una chapuza. Los dos también coinciden en que las huelgas generales sirvieron para minar la arrogancia de quienes decretaron la obsolescencia sindical, pero González no supo o no quiso propiciar un cambio de política económica. El pulso fue presentado como una competencia desleal entre la soberanía democrática hegemónica del Parlamento y la presión extramuros de los movimientos sociales. El corporativismo parlamentario recibió la ayuda argumental y logística de la beautiful people, la derecha económica y sus brokers ideológicos, de algunos intelectuales Armani, de la mayor parte de poderes mediáticos que se aplicaron a minimizar el éxito de las huelgas con argumentos como "...reina la normalidad en las calles. Circulan más coches que nunca". Y es que los diferentes Gobiernos del PSOE nada han hecho por una pluralidad informativa que implicará a los diferentes sectores sociales. El PSOE en el poder menosprecia o teme a los movimientos sociales, pero tampoco son tranquilas las relaciones entre IU y CC OO. Méndez y Gutiérrez constatan falta de comprensión de la autonomía sindical, fruto todavía de la tremenda desorientación de la izquierda, no sólo de la española. Tras la caída del muro de Berlín, los socialistas no han superado el discurso de la guerra fría, piden perdón por haber sido socialdemócratas, flirtean con el neoliberalismo puro y duro, mientras en demasiados sectores poscomunistas se piensa que los pueblos del Este son unos ingenuos que se desengañarán del sistema capitalista y de la democracia formal y algún día reclamarán el retorno del comunismo. UGT y Comisiones Obreras deben resolver qué hacer con la derecha, que llega faldicorta pero con bigotillo, también con la izquierda que arde y con la que quema. Además han de conservar la unidad en la estrategia y la acción sin forzarla superestructuralmente, porque a veces de la fusión de dos nacen tres. Más allá de tanta, tanta coincidencia, a estos dos secretarios generales que viajan juntos a La Moncloa les distinguen obsesiones hijas del pasado, de su yo y de su circunstancia.
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