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Tribuna:LA GUERRA DEL FÚTBOL
Tribuna
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Conspiración contra la nena

Manuel Rivas

Allí donde se le quiere, el balón tiene siempre nombre de mujer. Le llaman, por ejemplo, nena y gordita. Por eso Pelé le daba besos y Di Stéfano le acariciaba como a una amante: "Gracias, vieja'". Pues bien, ayer no había rastro de la nena. Lo más redondo que había en la asamblea de la Liga era la cara del gerente del Éibar, pero tenía bigote. No estaban tampoco los amantes de la nena, los futbolistas. El atuendo más deportivo era el de Gil, pero iba vestido de cazador de hipopótamos. En la calle había un pueblo descamisado, librando un partido kafkiano contra el absurdo, sin nenas ni futbolistas, sometido al dilema humillante de implorar perdón o perder el sentido, Un partido contra leguleyos enredados en sus propias piernas.Se ha sobrevalorado tanto en los últimos tiempos el papel público de los directivos de fútbol que resultaba patético verlos durante seis horas persiguiendo una mosca. Uno de los linces que asomó a las generosas pantallas televisivas declaraba ufano al comienzo de la reunión que ésta era una oportunidad para "regenerar desde el fútbol la vida pública española". Imaginen que en lugar del número de equipos de Primera lo que se discutiera allí fuera el tras vase Tajo-Segura y que el Plan Hidrológico Nacional fuese administrado por Baló. A estas alturas no habría agua ni en el cañón del Sil.

En realidad, desde el 1 de agosto, todo el país ha estado pendiente de una mosca. El tiempo y el esfuerzo dedicados a este asunto habrían sido suficientes para repoblar de alcornoques la España desértica. Han sido consultados eminentes juristas. Ha tocado el bombo el peronista que todo político que se precie lleva dentro. La mosca ha activado pantallas, emisoras, rotativas y hasta púlpitos. Al final ha valido la pena. Se ha puesto al descubierto una conspiración. Estos tipos querían quedarse con la nena.

La imagen de los directivos del fútbol sale malparada de esta historia. Su protagonismo ha sido excesivo, agobiante en los últimos años. Con la complicidad de cierto periodismo, han llegado a desplazar de las crónicas a jugadores y a entrenadores. Cualquier rebuzno suyo vale más que la belleza de un gol. ¿Quién es más importante para la historia del fútbol, un presidente de la FIFA o el cojo Garrincha? Los presidentes pueden ser felicitados por su buena gestión, y algunos la hacen. Lo que no pueden pretender es quedarse con la nena. Es la nena, no ellos, la que elige a sus estrellas y la que hace soñar a la afición. La transmisión en directo de la asamblea de ayer los ha dejado desnudos. Mejor así. Antes de salvar a la patria tendrán que regenerar, su mundo. Ellos quieren quedarse don la nena, pero la nena no tiene dueño, Ésa es la gracia de fútbol.

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