Regicidio fallido
Cuando se pide eficacia frente al terrorismo, los españoles tienen un modelo: Alemania. Políticos y periodistas remiten con un guiño a la muerte de los líderes de la RAF en la prisión de Stammheim. Para ellos no se trató de un suicidio, sino de una eliminación ordenada: terrorismo de Estado aunque perfectamente encubierto. Una imagen lamentable que ahora se utiliza también como paralelismo en el escándalo de los GAL ( ... ), como organizador de los cuales podría llegar a sentarse ante un tribunal el presidente del Gobierno, Felipe González. En el fantasmal debate en torno a esa monstruosa sospecha aparece como un rayo de esperanza la detención del comando etarra que preparaba en Mallorca el asesinato del rey Juan Carlos. Sin embargo, con motivo de la misma se ha alabado de tal modo la eficacia policial que tanto autoelogió produce una impresión casi penosa. Sobre todo porque el Gobierno no ha sido capaz de explicar de forma plausible cómo un comando asesino que apuntaba claramente al Rey ha podido desarrollar sus preparativos durante tres semanas, preparativos que no se ocultaban en absoluto a la policía, según reconoce ella misma. Estos días se ha podido sentir el temor ante un destino incierto después de un regicidio; y es comprensible, pues precisamente el escándalo de los GAL ha desencadenado una profunda desconfianza y ha planteado histéricas preguntas sobre la estabilidad de la democracia (...)15 de agosto
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