La sierra a mediodía
Un camino apenas transitado discurre por la cara sur de Siete Picos, entre pinos y arroyos
Quien tenga menos de veinte dioptrías habrá observado que la sierra del Guadarrama es empinada y tortuosa cual crédito hipotecario del lado de acá, el que mira a Madrid, mientras que del lado de allá, la vertiente septentrional, la que da a Segovia, raro es el monte por el que uno no puede pasearse como Pedro por su casa. Así sucede en el Abantos' la Peñota o Peñalara. Pero tal vez sea en el macizo de Siete Picos dónde se. dé un ejemplo más nítido de anfractuosidad meridional: es un terreno sinuoso. Para trepar por su cara sur hay que tenerlos de titanio.A esta ladera de mediodía se la conoce como el Cóncavo de Siete Picos, el Hoyo del Terradillo o el Pozo de la Nieve, nombres todos que evocan el frío, el recogimiento y la hondura. Y es que, pese a hallarse en plena so lana, la fronda de pino silvestre cundetanto y tan alto por estos vericuetos que al montañero agostizo le suben escalofríos por entre la espalda y el morral. La senda Herreros, que se sepa, es la única que se aventura por estas faldas del sur, culebreando entre llambrias graníticas sobre las que se ciernen peñascos en espeluznante equilibrio, los más alta neros de los Siete Picos. Para dar con ella habrá, que remontar en primera instancia la pista del Te légrafo, esa misma que, cuando nevaba en el puerto. de Navacerrada, permitía a los esquiadores deslizarse hasta Venta Arias para despacharse un caldo de cocido. Qué tiempos.
Prosiguiendo por camino asaz trillado hacia poniente, y dejando a un lado el cerro sobre el qué se alza la metálica Virgen de las Nieves, se alcanzará en algo menos de media hora.- la' pradera de Siete Picos, campo base frecuentado por cuantos deciden atacar el primer bocata, la zona de cumbres o la senda que nos ocupa, indistintamente. A partir de aquí, señales amarillas y blancas pintadas por doquier orientarán al caminante a través del bosque, y el que tenga. menos de veinte dioptrías podrá solazarse con el paisaje que se cuela entre las copas de los pi nos: desde la Maliciosa (nuevo ejemplo de montaña acantilada por el lado de acá) hasta Cercedilla, cuyo caserío se asienta en el límite suroccidental del cóncavo, pozo u hoyo. A una hora y media del puerto, la vegetación se toma espesura de helechos y el rumor del agua anuncia la fuente de los Acebos, llamada así por la presencia de varios árboles de esta especie que proliferó en los días más fríos del Guadarrama. Aquí nace el arroyo del Pradillo y, un poco más adelante, a mano izquierda lo hace el antiguo camino de la Pata la Cabra. Aprovechando este trazado venerable, la senda Herreros discurre mansamente hasta desembocar en la pradera de Navarrulaque.
Extinguida la senda Herreros, docenas son las opciones que . se le - ofrecen al excursionista para regresar al puerto de Navacerrada (o a Madrid). Lo más comodón es descender hacia el sur por la vereda de las Encinillas (señales rojas y blancas del sendero GR- 10), para plantarse en un santiamén en el apeadero de Camorritos. Si las vacas no lo impiden, el tranvía Cercedilla-Cotos pasa nada hora. Pero antes de tirar cuesta abajo, sería imperdonable no visitar al recien inaugurado Reloj de Cela, a un paso de Navarrulaque. Junto al artefacto solar, reza: "El sol ya se ha ido... y el cielo se divierte pintándose con todos los colores que a la tierra le sobran9'. La frase es de don Camilo, el Nobel más bronco y anfractuoso. Como la sierra.
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