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Tribuna:HOGUERAS DE AGOSTO
Tribuna
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Fin de curso con redoble

Tenían que hacerlo y, antes de marcharse de viaje de fin de curso, lo hicieron. Quiero decir meter la pata. El Consejo de Ministros promovió ayer a general al tristemente célebre -pero célebre, al fin: podría acabar saliendo de artista invitado en un próximo programa de Nieves Herrero- coronel Enrique Rodríguez Galindo. A estos chicos que, por cierto, han envejecido tanto como nos han envejecido a nosotros- lo que les falta es ingenio. Porque si lo que querían era quedar bien con determinado sector de las fuerzas vivas, así como con la corriente ultra-sur de la prensa patria, ¿qué mejor que nombrarle marqués de Intxaurrondo, como dice un amigo mío? Él, contento y, en el Abc, todo el santo día comentándole la efeméride. Que es de todo punto remarcable, tanto en el aspecto ético como en el estético. Si han pasado ustedes ya por la página correspondiente de este mismo periódico, en donde Galindo -el anti-Galíndez por antonomasiaaparece formado marcialmente, a solas consigo mismo, en su despacho, habrán podido apreciar hasta qué punto la iconografía es el hombre.Y quien dice la iconografía, dice el aspecto. Los ministros Pérez Rubalcaba y Borrell, que dieron al alimón la última rueda de prensa correspondiente al último Consejo de Ministros antes de irse de vacaciones, se mostraron elegantes e ingeniosos en su intervención. Al principio iban cada cual como a lo suyo. Mientras Borrell -traje de seda cruda verde, corbata granate con pintas- hablaba del año hidrológico, que es igual de seco que el otro, pero la Navidad varía, Rubalcaba, de sobrio gris oscuro, corregía sus papeles; y mientras Rubalcaba daba diversas noticias de diferente grado de sopor, intentando retrasar -la verdad es que con humor- el momento en que se le preguntaría por lo de Galindo, Borrell permanecía en estoica actitud impenetrable: mandíbula cuadrada, brazos cruzados, gafas centelleantes; una cierta pomposidad a lo Olivier en El príncipe y la corista. Sin embargo, hacia el final empezaron a encontrarse, y eso ya fue como el dúo Pimpinela: donde el uno preguntaba me amas, el otro contestaba que sí, y la verdad es que nos divertimos mucho.

Y ya que estoy en diversión, conste que les advertí de lo que podían resultar la fotos póstumas, como oposición, de los Aznar en Oropesa, pero debo confesar que hasta yo he visto superadas mis expectativas al advertir la síntesis de modernidad, raíces y proyecto de futuro que aparece en las fotos. De una parte, la nena, con la ortodoncia puesta, como todo infante de ahora que se halle en plena fase de crecimiento dental. De otra, la esposa, alternando la falda india -de las que yo me ponía para ir a abortar a Londres, pero de boutique- con el sencillo pareo floral arrebujado en la cintura. De otra más, él mismo en su misma mismidad, convertido en un catálogo de lo que nos espera: los pies con Reebok, las canillas -de las que emerge el recio muslo poderoso, abismalmente católico, castellano-, con Nike. El torsito, con una camiseta Padel Lobby -juego al que es altamente aficionado y al que se entrega cuando quiere relajarse mientras se tensa España-, y, por último, el detalle que lo ennoblece todo: la bandera española en la manga.

Por si faltara poco, parece que va en serio lo de soltar de permiso durante tres días al duque de Feria, que digo yo que hacen bien, porque a todos los hombres les gustan jóvenes, sólo que él fue como más audaz y se la jugó, ¿no? Lo único que siento es que todo ello no ocurriera 20 años atrás, que hubiera acabado con el grupo Parchís, y eso no nos lo habría quitado nadie.

Desde este rincón agradezco a los lectores que amablemente me han reconvenido por escribir la espada de Demóstenes", pero no fue un error. Es que me entretiene enredar con los clásicos. Ahora mismo estoy buscando no sé qué con la linterna de Damocles, Porque los, clásicos son los únicos que se dejan, ¿saben? Para todo lo demás hay que tener tres fuentes.

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