Los dos autores del 'secuestro de Vallecas', condenados a penas de más de 20 años de cárcel
Alguien habrá sonreído. La sentencia del secuestro de Vallecas deja sin aclarar el paradero de 1.600.000 pesetas desaparecidas del botín obtenido por los dos hombres - Eleuterio Sánchez del Campo, de 32 años, y Carlos Hugo Blasco García, de 25- que el 9 de diciembre de 1993, tras atracar una sucursal de Caja Madrid, mantuvieron 13 horas como rehén a una família. La cantidad desaparecida supera la indemnización, que los condenados -30 años de cárcel para Eleuterio, y 24 para Carlos Hugo- deberán pagar a las víctimas y que se cifra en 1.475.650 pesetas.
La Audiencia Provincial de Madrid establece en su sentencia que los atracadores -ambos heroinómanos y con antecedentes- se llevaron 3.779.291 pesetas de la sucursal de la avenida de la Albufera. Durante la huida, una patrulla de la Policía Nacional les dio el alto. Eleuterio se giró y apretó dos veces el gatillo de su pistola de gas. El agente, al creer que era víctima de fuego real, se tiró al suelo. Los atracadores prosiguieron su carrera.En un pasadizo de la calle de Luis Buñuel, Eleuterio se resbaló y perdió una bolsa con 648.000 pesetas (este dinero fue recuperado). Luego, una vez en la vivienda de los secuestrados -dos niños, la madre y un abuelo-, los condenados quemaron algunos billetes de 5.000 pesetas y separaron el dinero. Cuando los agentes entraron en el piso se incautaron de 1.499.000 pesetas. Faltaban, pues, más de 1.600.000 pesetas. ¿Dónde fue a parar este dinero? Los magistrados de la Sección Primera de la Audiencia de Madrid han sido incapaces de dar con la respuesta. Lo que sí han reconstruido con precisión fue el infierno por el que pasó la familia en manos de Eleuterio, Carlos Hugo y sus tres armas -dos pistolas de simulación y un revólver con el tambor cargado de amenazas- Una jornada que se inflamó cuando, según la reconstrucciónjudicial, los dos heroinómanos, con lapolicia en los talones, se hicieron pasar por el cartero e irrumpieron en el piso.Una vez dentro mostraron las armas y metieron a los dos niños, de 7 y 12 años; a la madre, de 33, y a su abuelo, de 87, en una habitación. En menos de una hora la policía descubrió el ardid. Empezaron entonces las negociaciones. Siempre en torno a la droga y rubricadas con amenazas de muerte. Finalmente, la policía les facilitó un sucedáneo de heroína y dos jeringuillas. Carlos Hugo se lo inyectó. Eleuterio, en cambio, no se encontró la vena. Y estalló. Las primeras luces de tranquilidad no llegaron hasta que culminó la segunda entrega de droga -esta vez, sulfato de morfina- A las tres de la madrugada, después de herirse mutuamente para evitar pasar directamente por comisaría, se entregaron. Los niños aún requieren tratamiento psiquiátrico: sufren neurosis y trastornos del sueño.
La sentencia, que establece penas inferiores a las solicitadas por el fiscal -que se elevaban a 40 años para cada inculpado-, reconoce que la adicción a la heroína de los condenados mermó sus facultades. En el caso de Carlos Hugo, incluso se afirma que padecía un trastorno grave de personalidad. El abogado de este penado ha recurrido el fallo.
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