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Proyectiles de hojaldre y merengue

Los jóvenes de Cervera guerrean con milhojas y los adultos pujan por las flores de plástico de su patrona

Los 150 vecinos del municipio serrano de Cervera de Buitrago -censo de verano realizado a vuelapluma por su alcalde, Matías Martín- se dividieron. ayer en dos bandos para celebrar su primera mañana de fiestas. Los adultos se concentraron frente a la puerta de la iglesia para pujar en la subasta de ramos y ofrendas de su patrona, la Virgen de los Remedios. Los más jóvenes despacharon en menos de diez minutos 500 milhojas y 60 docenas de huevos, pringándose unos a otros y alfombrando la plaza de merengue. La Virgen de los Remedios es en diciembre, pero como al final del año el frío aprieta y en el pueblo no quedan más que cuatro gatos; hace ocho años cambiaron las fiestas al verano, según explicaba ayer una vecina. La actividad principal es, desde siempre, la subasta de ramos y ofrendas de la patrona, pero desde hace 15 años la guerra de milhojas y huevos frescos puja por esa supremacía.

Todos los jóvenes del pueblo, una cincuentena, estaban ayer en la plaza. Mientras los mayores honraban a la patrona, ellos prefirieron hacer la guerra por su cuenta. Los proyectiles fueron 60 docenas de huevos frescos y 50 milhojas de merengue, 10 dulces y 15 huevos por participante, que el Ayuntamiento encargo en una panadería de Buitrago y que un vecino de un bar tuvo en el frigorífico hasta minutos antes de empezar el combate. El campo de batalla es la plaza del pueblo, y la sede donde se firma el tratado de paz, el pilón.

Ya son muchos años de milhojada y los pasteleros han desarrollado una receta. especial para facilitar su lanzamiento, ponerles una sola galleta de hojaldre en el fondo y el resto, todo merengue.

La receta especial facilita a los contrincantes coger el merengue a puñados con las manos. Así lo hacen. Se abalanzan hacia las cajas, los más rápidos se hacen con los cartones de huevos y los sujetan con una mano mientras los lanzan con la otra. La cara es la diana más codiciada.

En menos de diez minutos no queda ni una milhoja sin despanzurrar, ni un huevo sin cascar. La fiesta termina con un grupo de chicas despegándose los restos de la batalla a manguerazos, mientras el resto se turna para probar el pilón.

El alcalde llega al final a poner orden. Quiere asegurarse de que los jóvenes limpian la plaza, porque si los huevos y el merengue se secan, apestan. Quiere que se vacíe el pilón y se saque el agua azucarada y grisácea. Si no, el año que viene no habrá milhojada.

La subasta consiste en pujar, primero por la imagen del Niño, y luego por los ramos de plástico que rodean a la Virgen. Pero el dinero sólo da derecho a unos minutos de alquiler, los necesarios para meter los ramos, en la iglesia tras la procesión. Es la única forma de financiar el mantenimiento del tempo. La subasta acaba una hora después con una caja de 80.000 pesetas.

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