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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El orgullo Induráin

MIGUEL INDURÁIN es un navarro tan sobrio y lacónico que incluso en las fiestas en las que es el protagonista, como la de ayer en los Campos Elíseos de París, parece un invitado más. Acaba de conseguir lo que nadie había logrado antes: ganar cinco Tours consecutivos. Y después de lo demostrado en este último, no habrá muchos que le nieguen la posibilidad de llevarse el sexto.En un país tan dado a la Verborrea, al gesto fatuo y al protagonismo gritón y trivial como el nuestro, la labor profesional de este hombre tranquilo que ha entrado en la gloria del ciclismo y es ya sin duda el mejor deportista español de todos los tiempos no es sólo una inmensa alegría para todos sus compatriotas, es sencillamente un orgullo. Porque tras los éxitos de este joven navarro se adivina una moral del esfuerzo, una vocación por el rigor y la superación personal y una sobriedad y modestia que podían parecer valores ya extintos en este país -sometido a la permanente histeria.

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La, sabia economía del esfuerzo, la inteligencia en la búsqueda de oportunidad, el dominio intelectual con el que destapa sus cartas y el siempre evidente res peto al rival, son algunas de las virtudes que hacen del deporte una actividad tan enriquecedora para el ser humano. Induráin hace gala de todo ello. Desde su a veces desesperante laconismo, el ciclista navarro no sólo gana en el llano y en la cuesta, en el descenso, en las contrarreloj y, en suma, en todo en cualquier parte, también está lanzando un permanente mensaje de honradez consigo mismo y con su entorno, de la mejor ambición de autosuperación y de sano sentido común.

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Desde ayer, a media tarde en los Campos Elíseos de París, Induráin es, además, por derecho propio, el ciclista más grande del Tour. Con el debido respeto a los tres grandes históricos de la ruta, el belga Eddy Merckx y los franceses Jacques Anquetil y Bemard Hinault, que ganaron también cinco veces la prueba francesa, el corredor español ha batido todos los récords de los anteriores acopiando en cinco años todo lo que a ellos les costó mucho más tiempo conseguir.

Es cierto que si hacemos un repaso de los palmarés, Merckx, con más de 150 victorias entre vueltas por etapas y carreras de un día, posee un historial que matemáticamente puede no llegar a , ser batido jamás y que Anquetil e Hinault suman, individualmente, más puntos por victorias que el navarro. Pero éste aún no ha dicho su última palabra. Todos los profesionales de la bicicleta en plena posesión de su facultades mentales cambiarían cualquiera de sus triunfos en la latitud que sea, de uno en uno o en conjunto, campeonatos del mundo, récord de la hora, kilómetro lanzado o esa última originalidad del mountain bike, por el triunfo en un solo Tour.

Induráin ha entrado en la historia del ciclismo por la puerta grande. Pero el respeto y la admiración que merece el ciclista navarro no se debe sólo a sus pedaladas. Su gloria deportiva se basa en carácter, inteligencia y unos sólidos principios en la formación de la personalidad que en nuestra sociedad no han tenido la atención que merecen. Induráin es el mejor ejemplo que tenemos de lo que puede lograr el esfuerzo, la constancia y la sobriedad. Por eso, hay que felicitar a Induráin por su quinto Tour. Esperamos felicitarle por el sexto. Y tenemos que felicitamos todos por él.

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