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Tribuna
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Ejercicio de hipocresía

¿Dónde estaba cada uno entre 1983 y 1987? ¿Qué se decía y se escribía en esos años? ¿Cómo reaccionaba cada uno a medida que se iba teniendo información de los secuestros y asesinatos cometidos por los GAL? ¿Qué posición se adoptaba respecto de los sumarios que se abrieron esos años? ¿Qué se dijo de la sentencia de la Audiencia Nacional por la que se condenó exclusivamente a Amedo y Domínguez por los actos de los GAL?Sería bueno que todos reflexionáramos sobre estos interrogantes. Pero unos más que otros, ya que el estado "de agitación permanente" que impide "contrastar las rotundas afirmaciones actuales con las que sobre la misma cuestión (se) mantenían hace años" (EL PAÍS, 18 de julio. El tiro en la nuca y las hemerotecas) no afecta exclusivamente a "algunos periodistas", sino parece afectar a más gente.

Desde hace algunos meses estamos asistiendo al espectáculo de la publicación de artículos, desde Berlín o desde más cerca, en los que se nos sermonea con base en los GAL sobre el estado de la democracia española, caracterizada con los tintes más negros.

Conociendo como conozco la trayectoria de quienes efectúan esos diagnósticos, me quedo atónito. Las acciones de los GAL se produjeron entre 1983 y 1987. Dichas acciones no le impidieron a los diagnosticadores acceder, por ejemplo, al Comité Federal del PSOE, máximo órgano entre Congresos del partido del Gobierno. En esos momentos la democracia española gozaba de buena salud. Es ahora, cuando se ha puesto fin desde hace años al secuestro, a la tortura y al asesinato, cuando resulta que la democracia española está enferma.

Resulta difícil encontrar un ejercicio mayor de hipocresía. Entre la situación de entonces y la de ahora hay, fundamentalmente, dos diferencias:

1ª. Que entonces se produjeron las acciones de los GAL y se obstaculizó la acción de la justicia mientras que hoy los GAL no actúan y no se está obstaculizando la acción de la justicia. Ahí están las declaraciones del abogado de Planchuelo, que hemos visto en los telediarios antes de ayer. "Esto se veía venir", dado el "desamparo" en que había quedado su defendido. "A buen entendedor...". Fueron sus palabras textuales.

2ª. Que quienes hacen ese diagnóstico sobre la democracia española eran entonces dirigentes políticos y hoy no lo son.

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Tal vez esta segunda circunstancia pese tanto para ellos que les haga preferir 1983 a 1995. Pero no creo que esa opinión pueda compartirse.

Por mucha repugnancia que produzca la forma "mercantil" y "delicuencial" en que nos estamos enterando de muchas cosas, por mucho que revuelva el estómago el espectáculo de Amedo en los medios de comunicación y a pesar de que sigo pensando que la instrucción del sumario de los GAL es anticonstitucional, si la opción tiene que ser entre el estado de la democracia española en 1983 y 1995 me quedo con el de 1995.

No hay ni un solo terreno: ni en el ejercicio de los derechos fundamentales y libertades públicas, ni en el funcionamiento de los poderes públicos, ni en la construcción del Estado de las Autonomías, en el que 1995 no suponga un avance sobre 1983. Avance general. Con sombras, sin duda, pero avance.

Obviamente, hay mucho terreno para mejorar. Walter Bagehot decía que una Constitución no está asentada hasta que dirige el país la generación que se ha educado bajo ella. Para eso todavía quedan unos años. Pero, por el momento, se puede decir que no es verdad que cualquier tiempo pasado haya sido mejor. Subjetivamente, puede haberlo sido para algunos. Objetivamente, no lo ha sido para la democracia española.

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