Caribeños y franceses
"En este país los dentistas son pocos, malos y caros". Esta frase, atribuida por el Consejo de odontólogos al ex ministro de Sanidad Ernest Lluch, resume según José María Lara el sentir de un Ministerio que permitió multitud de homologaciones pelo apelo desde 1986 a 1990.El problema venía de antes. Aproximadamente 3.000 españoles iniciaron desde principios de la década de los 80 su particular periplo por ultramar para conseguir el más difícil todavía: sortear las barreras de los números cláusus de las facultades españolas y hacerse con un casi seguro puesto de trabajo (en 1984, se calculaba que existían 20.000 médicos en paro). De paso, unos 300 dominicanos decidieron emigrar a un país que, demandaba dentistas (un informe de la OMS del año 1984 situaba en 8.000 la cifra de odontólogos que faltaban en España. En ese año había 4.000 y tenía que haber 12.000: uno por cada 3.500 habitantes).La otra veta fue la francesa. En vez de sortear las dificultades españolas para ser dentista por la República Dominicana, un centenar de españoles optaron por ir a Francia. Entre los años 91 y 92 las autoridades académicas del país vecino decidieron poner veto al posible desembarco de dentistas extranjeros en su país y dejaron sin efecto los certificados obtenidos por no franceses. La decisión se tradujo en una operación de "represalia", según Lara, por parte de. la Administración española.
En el Consejo se relata el caso de un matrimonio, ella española y él francés. La dentista no entró en el corte de la decisión de los franceses y pudo ejercer libremente en España. Él sí se vió perjudicado. El francés, que reside en España por razones sentimentales, sólo tiene derecho a una convalidación parcial y debe, según están las cosas ahora, volver a estudiar su carrera.
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