Un intérprete para un compositor

Hace nueve años Hermann Prey cantó en el Teatro Real Viaje de invierno, ciclo maravilloso que, con Amor de poeta, otorga a Schubert y Schumann el punto más alto del lied romántico alemán. Ahora, casi en plena canícula, el Teatro de la Zarzuela nos ha deparado la ocasión feliz de renovar las emociones de aquel día con el mismo cantante y la misma obra schubertiana.Parecía entonces imposible que Prey pudiera mejorar cuanto hizo y, sin embargo, o nos falla. la memoria o se ha superado a sí mismo. Viaje de invierno, sobre poemas de Wilhelm Müller (Dessau, 1794-1827), constituye uno de esos fabulosos enigmas que, de tarde en tarde, produce el hombre creador.

El pobre Müller murió el mismo año en el que Schubert fecha la primera parte de su ciclo, así es que no llegó a conocer los pentagramas que darían perdurabilidad a su nombre.

Realidad artística

Rara vez encontramos fundidas la visión del entorno y la integración en él del hombre que contempla, siente y rima. Y en tal operación Schubert supera en mucho al poeta para darnos una obra fuertemente unitaria -sobre todo en su segunda parte-, potentemente dramática y hasta con significaciones esotéricas que han estudiado muy bien Chailley, de la Universidad de París, y Szelbosi, de la Academia de Budapest.Pero el intérprete, tras profundizar en todas las razones y supuestos, ha de poner en evidencia la realidad artística de la obra, lo que Hermann Prey llevó a cabo en forma prodigiosa y .dentro de un espacio sonoro y psicológico de intimidades que parecen la raíz y el aire del género liederístico. Tuvo un colaborador excelente en el pianista munichés Detlev Eisinger, y entre uno y otro enaltecieron en grado sumo las líricas, cuando no oscuras, propuestas schubertianas.