"Esto es puro fascismo, la gente tiene miedo de todo"
Vesna muestra que la pretendida unanimidad de los serbios de Bosnia es mucho más propagandística que real
ENVIADO ESPECIAL "Él viene del frente de batalla, cerca de Olovo, después de un mes y se pasa en casa tres días. Duerme, llora y regresa. No soporta esto ni estar sin sus dos hijos. Yo me iría con ellos, pero no puedo dejar a mi marido" . Vesna tiene 48 años, ha nacido en Pale de padres croatas y está casada desde hace 24 años con un serbio de su misma edad, movilizado desde 1992. Su historia, cree, es la historia secreta de mucha gente en la, llamada república serbia de Bosnia que nunca se atreverá a contar a un periodista.
"Enviamos hace unos meses a Montenegro a mi hijo de 18 años para que no fuera alistado. No estaba dispuesto a luchar por esto. Vive como refugiado en casa de unos parientes lejanos y espera conseguir un pasaporte para reunirse en Alemania con su hermana, de 22 años, que trabaja como enfermera cerca de Stuttgart". A diferencia de Serbia, desde donde el presidente Slobodan Milosevic devuelve a los frentes de guerra a los refugiados serbios de Bosnia y Croacia, en Montenegro no padecen esa movilización a punta de pistola. Serbia y Montenegro integran los restos de la República Federal de Yugoslavia.
El marido-soldado trabajaba como especialista en una fábrica de motores para los coches Golf, cerca de Sarajevo. "Antes estaba dos semanas en el frente y dos en casa. Ahora todo es mucho peor. La última vez que le vi fue hace dos semanas. Intentó por todos los medios no ir a la guerra, pero se encontró solo, con la fábrica cerrada, sus parientes en el frente, casado con una croata... En Pale [alrededor de 18.000 habitantes] hay poca gente de origen croata. La situación se le hizo insoportable y tuvo que marchar al frente. Él decidió mandar a nuestro hijo a Montenegro. Sufre inmensamente".
"Cualquier cosa es un lujo"
Mi, marido, como otros muchos oficiales en la reserva del antiguo Ejército yugoslavo, ha cobrado 100 dinares en cupo nes los dos últimos meses; durante el año pasado no le dieron nada. Cincuenta dinares [menos de 2.000 pesetas] es aproximadamente lo que cobran al mes los soldados, aun que tengan un poco más de categoría. Un kilo de tomates cuesta entre tres y cuatro dina res, y se pagan dos dinares y medio en el mercado negro por un marco alemán [90 pesetas], aunque el cambio oficial es uno por uno. Yo gano 65 dinares, que es el sueldo garantizado por el Gobierno. Cualquier cosa es un lujo aquí. No se puede comprar fruta, ni carne. Hay gente que no tiene qué comer mientras la guerra ha enriquecido a algunos".
Vesna, de apariencia frágil y expresión resignada, ha vivido siempre en Pale, junto a Sarajevo, un pueblo de montaña donde sus padres se casaron y que desde 1992 es el feudo político de los ultranacionalistas serbobosnios que acaudilla el médico-poeta Radovan Karadzic. Su casa es amplia y acogedora, está rodeada de verde y tiene las comodidades habituales de una familia española de clase media baja. Las fotos de sus hijos ausentes están por doquier. "Mis hijos", dice, "son yugoslavos".
"Esta guerra nunca debió ocurrir. Sus responsables son los jefes nacionalistas de los tres bandos -serbios, croatas,y musulmanes-, que carecen de moral y de dignidad. Sobre Karadzic prefiero ni pensar. Es un cero humano, nada, y no puedo encontrar en todo su equipo a nadie a quien pueda señalar con el dedo y decir éste es alguien decente. La gente no le quiere aquí. Prefiere al general MIadic [jefe militar serbobosnio] porque es más sincero. A los militares nunca los he entendido. De todas formas , en lo que pasa aquí Milosevic es el experto, y Karadzic, el que obedece".
"No tengo palabras para describir lo que están haciendo con Sarajevo" añade Vesna. Tengo muchos amigos y familiares allí. Cuando veía ante! películas sobre la Segunda Guerra Mundial pensaba que esas cosas no podían volver, a ocurrir. Hasta que lo he visto aquí. Los musulmanes que vivían en Pale suplicaron al principio, como mendigos, que les dejaran quedarse, pero los paramilitares les echaron de sus casas con lo puesto. Un vecino mío en Pale, serbio, que se vino refugiado de Sarajevo y está en unidades artilleras, me contaba que le gusta disparar contra el bloque de casas en el que vivía allí, a pesar de saber que continuan en él sus antiguos vecinos. Debe de estar loco. Lo que se esta haciendo con Sarajevo es a obra de unos enfermos mentales. Necesito intentar no pensar en ello para mantenerme cuerda y seguir adelante".
"Nada es normal aquí"
"Nada es normal aquí [en la denominada república serbia de Bosnia], esto es puro fascismo. La gente tiene miedo de todo: ejército, policía, y vecinos especialmente. Un chico vino de Serbia hace poco a ver a sus padres y la policía se presentó de noche en su casa a buscarlo para movilizarle; sólo los vecinos sabían que estaba allí. Es una especie de cárcel en la que uno no está entre rejas, pero donde no puede hacer nada con la propia vida. Creo que si pudiera, la inmensa mayoría de los serbobosnios se iría de aquí, incluso aunque la guerra acabase mañana mismo. Pero, ¿cómo, dónde ... ? Otra cosa es que a usted le digan que hay que defender a la patria serbia y todo eso, pero la gente, cuando está en su casa, de lo que habla es de tener una vida decente, trabajo, algo de dinero. Quieren un futuro para sus hijos".
"Yo no tengo miedo, pero no es fácil hablar aquí de esto. Sólo puedo hacerlo francamente con dos o tres personas, y creo que mis opiniones son minoritarias en Pale. Pero sí puedo decirle que la gente, después de tres años, ha comenzado a pensar, aunque no hay nada que hacer para cambiar la situación, porque ellos, los que mandan, pueden hacer cualquier cosa. Mis amigos y conocidos, de todas formas, creen que hay más miedo que antes, porque casi todo el mundo tiene la sensación de que la batalla definitiva va a llegar pronto. El Ejército serbio es ahora más débil, pero creo que es todavía más fuerte que el de los musulmanes".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.