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Fin de temporada

Por fin llegó el sosiego. Europa parece tranquilizar los ánimos parlamentarios. Tranquilizarlos, dormirlos y hasta poner de manifiesto, demasiado ostensiblemente, que los grandes temas importan poco en el día a día de la política española.Hace una semana el Código Penal logró vaciar el hemiciclo. Ayer por la tarde lo consiguió Europa. Mientras Felipe González y José María Aznar estuvieron en la tribuna las formas se guardaron. Cuando Julio Anguita subió se produjo la primera desbandada y mientras hablaba el representante de Coalición Canaria, Luis Mardones, pudieron contarse, sentados en sus escaños, una veintena de diputados populares y treintaytantos socialistas.

Ni siquiera la réplica de Felipe González, que fue de tono suave, eludiendo abiertamente cualquier confrontación sobre política interior a la que le habían incitado con insistencia catalanes y vascos, consiguió que el hemiciclo recobrase una presencia de diputados acorde con la supuesta trascendencia del debate. "Este es un debate complejo y denso" dijo Anguita al iniciar su intervención. Tan denso y tan complejo que sin duda sobrepasó la capacidad de la inmensa mayoría de los diputados.

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La anécdota parlamentaria de la jornada tenía dos estrellas: Narcís Serra, que por primera vez se sentaba en su escaño de diputado de a pie, y Joan Lerma, que estrenaba localidad en el banco azul.

A Serra el orden alfabético le situó exactamente al lado de Alfonso Guerra, aunque separados por uno de los dos pasillos centrales que dividen el hemiciclo. A veces la casualidad permite fotografiar alguna de las derrotas políticas más significativas de los últimos años: los dos vicepresidentes que, hasta ahora, ha tenido Felipe González, cerca en sus escaños en la fila inmediatamente superior a la del banco azul. Una distancia físicamente breve pero políticamente casi infinita.

Joan Lerma quiso aprovechar el tiempo en su primera asistencia al Parlamento y subió hasta los escaños del Grupo parlamentario vasco para hablar con su portavoz, Iñaki Anasagasti.

El clima general fue de gran sosiego. Probablemente lo marcó Aznar con una intervención medida y de escasa agresividad para el consumo interno. Tomó tono de hombre de estado y Felipe González, al que, sin duda, convenía poco una refriega, replicó de modo serenísimo destacando sobre cualquier otra cosa las coincidencias que, sin duda, mantienen los distintos grupos respecto de Europa.

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