La tercera marcha

Allí por donde van, arrasan. Su público no usa chupas de cuero negro ni acredita melenas, pero se sabe las canciones de memoria y las corea movimiendo caderas. La rondalla del centro sociocultural La Remonta lleva 15 años amenizando las tardes en los centros para la tercera edad de Tetuán. Es un grupo de 20 pensionistas que reviven sus años mozos abrazando un instrumento tres veces por semana para ensayar y al menos una vez al mes para actuar. Pero su actividad no se ciñe al barrio. También les requieren fuera de Madrid, en otros centros, residencias e iglesias. El jueves por la tarde fueron los encargados de abrir las fiestas de Tetuán. Y demostraron que la tercera edad tiene marcha."Nosotros no hacemos rock and roll ni boogie boogie ", comenta entre risas Jesús Clemente, de 74 años y líder de la rondalla. Bandurrias, laúdes, guitarras, violines y panderetas no dejan de sonar durante dos horas. "Y a todo el mundo se le hace corta la actuación; la gente mayor se desvive por bailar", sentencia.

Y es que los tangos y valses de la rondalla La Remonta han despertado más de un amor. "En estos bailes se liga", afirma Clemente. "En el buen sentido, por supuesto", matiza. Y cuenta cómo hace un mes, dos parejas de pensionistas se enamoraron con la música de violines de fondo. Ocurre a menudo, dice. Se baila una vez, se pide otro baile y, después de una tarde dando vueltas, se concierta la cita. Todavía no se ha, registrado ningún matrimonio. "Pero sí parejas de hecho", afirma Clemente.

Los hombres son algo más tímidos en estos bailes, donde suele haber el doble dé mujeres. Algunos se mantienen al margen, observando. Ellas, sin embargo, no dudan en lanzarse a la pista. Aunque sea con una amiga. Y tampoco tienen reparo en abordar a algún caballero para invitarle a dar unos pasitos. "Tenemos mucha marcha", comentaba el jueves Alfonsa Prieto, de 66 años, mientras bailaba. "El bakalao no nos gusta, nosotras a lo nuestro", decía, mientras su compañera de baile, Dionisia Morales, de 81 años, ponía de manifiesto, con golpes de cadera, su disposición a adaptarse a ritmos de vanguardia.

El único integrante de la rondalla que fue músico es Enrique Martínez, de 93 años. Tocó el violín en una orquesta de Málaga, pero lo dejó para dedicarse a los negocios. Ahora toca más que nunca. "Estoy volviendo a estudiar partituras, como en mis mejores tiempos", afirma. Los demás son aficionados, como Domingo Pardo, de 82, años, que toca la guitarra. "Lo malo es que estoy un poquito torpe con la izquierda", dice. Las actividades de la rondalla cesarán en verano. "Ojalá hubiera juerga todos los días", se lamenta Clemente. "Es la, mejor manera de olvidar necesidades y dolores".