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CARA Y CRUZ DE UNA FINAL

Arsenio planta a Lendoiro

El técnico abandona la fiesta de Riazor después de que el presidente le ofreciese un puesto en el club

Xosé Hermida

La fiesta tuvo un final amargo. Las desavenencias entre el presidente del Deportivo, Augusto César Lendoiro, y el entrenador, Arsenio Iglesias, volvieron a estallar ayer abruptamente ante un estadio de Riazor atestado de público para celebrar la consecución de la Copa del Rey. Lendoiro prometió ante los, miles, de aficionados que Arsenio, el héroe de la afición podría quedarse en el club con el cargo que él mismo desease. La respuesta del entrtenador no pudo ser más elocuente: renunció a dirigirse al público y abandonó rápidamente el estadio entre aclamaciones para marcharse a su casa. "El sabrá por qué ha hecho esto", se lamentó Lendoiro. Por la tarde, en el Ayuntamiento, Arsenio dijo emocionado: "Siempre que el Depor me llame, allí me encontrará".

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La vida de la ciudad se detuvo al mediodía para recibir a los campeones. Las bocinas y los cánticos habían estado sonando hasta al amanecer, pero ni la resaca ni el cansancio atemperaron el fervor deportivista. A las 12 de la mañana, unas 5.000 personas estallaron eufóricas cuando se abrió la escalerilla del avión que transportaba a los futbolistas y el utillero del equipo, Jesús Méndez, mostró el trofeo en las circunstancias más rocambolescas que nadie pudiese imaginar.Los márgenes de la carretera que conduce del aeropuerto de Alvedro a la ciudad estaban abartotados de gente. El estadio, donde se iba a ofrecer la Copa a la hinchada, presentaba el aspecto de los grandes partidos.

Pero en medio de la euforia se palpaba cierta tensión provocada por el gran dilema que divide al deportivismo: la jubilación de Arsenio Iglesias en el momento culminante de su carrera como entrenador. Cuando los futbolistas saltaron al césped, arreciaron las aclamaciones al técnico y miles de personas entonaron a coro el himno compuesto en su honor por la peña Riazor Blues. Más que una glosa, la canción es un agrio reproche a sus detractores: "/Hay un hombre en Riazor/que todos tratan como un cabrón/nadie quiere recordar/que él fue quien nos ascendió/nos salvó en la promoción/y a la UEFA nos llevó/".

Desde el centro del campo, se alzó la Copa y futbolistas, entrenador, y directivos saludaron al público. Nadie ocultó entonces que este trofeo es algo más que un título. Es la revancha contra los demonios del azar, que el año pasado arrebataron la Liga al Deportivo del modo más increíble y doloroso.

También Lendoiro, desde un micrófono instalado. en el centro del campo, comenzó refiriéndose a las frustraciones más recientes, superadas con el gol de Alfredo en el Bernabéu. De repente, parte de la hinchada comenzó a acallar su discurso con nuevas aclamaciones a Arsenio. Cuando el presidente hizo público su agradecimiento al entrenador, medio estadio prorrumpió en silbidos. "Siempre hemos dicho que el Deportivo sería de Arsenio Iglesias hasta que él quisiese", insistió Lendoiro entre un amago de abucheos, "pero él ha renunciado por propia voluntad a seguir como responsable técnico. El club pone a su disposición cualquier cargo que desee"

La respuesta de Arsenio fue imprevisible. A continuación le tocaba a él mismo dirigir unas palabras al público, pero el veterano entrenador optó por el silencio. Saludó a la gente desde el centro del campo y tomó el camino de los vestuarios. Ni siquiera esperó a que el equipo diese la vuelta de honor con la Copa. Salió precipitadamente del estadio. Los jugadores no hicieron comentarios tras la marcha de Arsenio, aunque Bebeto confesó: "Entiendo al míster".

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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