_
_
_
_

Un hombre armado secuestra a dos abogados y un empresario

Jan Martínez Ahrens

Ángel Fernández Fernández, de 49 años, ingeniero de la empresa Astilleros Españoles, quiso cobrarse ayer una deuda con un secuestro. El hombre, revólver al cinto, entró a las 19.45 en el despacho de abogados Estudio Jurídico, del paseo de la Castella 100, y retuvo durante casi tres horas en un despacho al presidente de la constructora Porteña-El Salvador, Pascual López Contreras, de 66 años, y a los abogados Pedro Chamo rro, de 37, y David Sanz, de 34.

La intención del secuestrador era cobrar 10 millones de pesetas que, a su juicio, le debía el presidente de Porteña. La intentona fue abortada por la Policía Judicial a las 22.30 horas, cuando Fernández, en la creencia de que nadie más conocía su acción, salió un momento del despacho donde retenía a sus víctimas.

Al pisar el pasillo, le sorprendieron los agentes. Fue conducido a la Brigada Provincial de Policía Judicial de Madrid, para ser interrogado. A diferencia del presidente de la constructora, a quien Fernández golpeó con su revólver, ninguno de los abogados, entrevistados por EL PAÍS en el lugar de los hechos justo después de la liberación, sufrió daño físico. Los abrazos y alguna que otra lágrima coronaron una larga noche.

El relato de las víctimas traza un semblante salvaje del ingeniero, un hombre trajeado y de pelo entrecano, que al salir esposado mantuvo el ademán altivo.

Para entrar en el despacho, llamó por el telefonillo de la calle. "Quiero subir y hablar con vosotros", recuerdan los letrados que soltó con voz firme. Le abrieron las puertas.

Una vez en el bufete, Fernández se reunió con López Contreras y otro letrado en una de las muchas oficinas del despacho jurídico. "Quiero solucionar esto", dijo y, acto seguido, sacó el arma: un amenazante revólver del calibre 32. Sólo él sabía que estaba descargado. Pero el hombre, siempre según la versión de sus víctimas, hizo creer lo contrario: "De aquí no sale ninguno. De lo contrario, os voy a disparar". Les situó en una esquina de la oficina. Y minutos después, entró el segundo abogado. También fue retenido y amenazado.

El secuestrador obligó a sus victimas a firmar un contrato para cobrar el dinero. Fernández, nervioso, hizo saber a López Contreras que quería cobrarse 10 millones de pesetas. El origen de la deuda residía supuestamente en los tratos que el,'. secuestrador, según fuentes cercanas al caso, había mantenido con dos personas que se habían hecho pasar por representantes de Porteña. Fernández les prestó el dinero. No hubo devolución."¡Me, habeis engañado!", les gritaba a sus víctimas. La tensión subía. La discusión chocaba contra un muro. Fernández con el revólver puso fin a las dilaciones: les obligó a redactar un documento por -el que Porteña se comprometía a- devolver la citada cantidad. López Contreras, el presidente de la constructora y principal amenazado, firmó ante las amenazas. Todos sudaban.

El despacho donde estaban retenidos los abogados y el empresario tiene una cristalera que da a un invernadero visible desde otro. de los despachos del inmueble, en un lujoso primer piso del paseo de la Castellana, 100. Una letrada del bufete -donde trabajan 19 abogados en todos los órdenes jurídicos- se asomó al invernadero. Vio lo que ocurría. 0 lo intuyó. No sin temblar, llamó a la policía.

Geos y chalecos antibalas

No eran todavía las nueve de la noche y los agentes rodeaban el edificio, ocupaban pasillos, se apostaban en las escaleras. La cúpula policial madrileña se hizo cargo del caso. Estaban presentes el jefe superior de Policía, Carlos Corrales Bueno; el comisario jefe de la Brigada Provincial de la Policía Judicial, Juan Antonio González -el hombre que detuvo a Roldán-, y el jefe del área de Delincuencia Urbana, Serafín Castro. Geos y chalecos antibalas se multiplicaban. Pero en el despacho del invernadero, nada se sabía. Ahí dentro, reinaba otra ley, la del ingeniero Ángel Fernández Fernández.

El hombre se paseaba con la pistola medio desenfundada. Repetía sus argumentos. Se le veía alterado y también decidido a cobrar, según el precipitado relato de las víctimas. El reloj seguía su curso. Poco a poco, empero, los argumentos y el documento firmado por el presidente de Porteña le relajaron. Confiado, salió de la habitación. Allí fue apresado. Y rápidamente conducido a un coche celular. Poco después, salió del bufete López Contreras, un hombre afectado de diabetes. Le acompañaban médicos del Samur. También el comisario González. El presidente fue conducido a un hospital. "Todo ha salido bien, sin problemas", señaló a este periódico el Jefe superior de Policía.

Los periodistas se arremolinaban en el exterior. Dentro del bufete reinaba la alegría. Los abrazos entre letrados eran constantes. Muchos, informados de los sucedido, habían aguardado en la calle el desenlace. "Ha sido como pasar la barrera, nosotros vemos estos casos como abogados, no como protagonistas", comentó uno de los secuestrados de camino a su casa. Su rostro delataba lo cerca que había estado del revólver de Fernández.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_