El 'comando' regresa a Chechenia con más de 80 rehenes en 7 autobuses y un furgón de cadáveres
ENVIADO ESPECIAL Los guerrilleros independentistas que el miércoles pasado entraron a sangre y fuego en Budiónnovsk y se atrincheraron en el hospital local con cerca de 5.000 rehenes, pusieron fin al infierno vivido por esta ciudad provincial del norte del Cáucaso y salieron ayer con destino a Chechenia, su patria, llevándose consigo no sólo a sus heridos, sino también a los cadáveres de sus compañeros caídos. Junto con ellos, en siete autobuses, partieron más de 80 rehenes, entre ellos nueve periodistas y varios diputados. Todos se ofrecieron para acompañar a los rebeldes.
Muchas lágrimas se derramaron ayer en Budiénnovsk, lágrimas, en su inmensa mayoría, de alegría y alivio. La pesadilla de seis días había terminado.Los chechenos al mando de Shamil Basáiev no partieron como estaba previsto, a las, cinco de la madrugada, pues los guerrilleros no creían tener suficientes garantías de seguridad.
Después de largas negociaciones, cerca del mediodía, el portavoz del Ministerio del Interior ruso, Vladímir Vorozhtsov, anunció a la prensa que los guerrilleros se negaban a irse si no eran acompañados por los periodistas rusos. "Cito textualmente a Aslambek", [el segundo de Basáiev]: el grupo de diputados de, Serguéi Kovaliov y los periodistas son nuestra garantía de seguridad", dijo el portavoz. Y añadió: "Discútanlo y piénsenselo bien. La empresa es bastante arriesgada".
La mayoría de los periodistas se mostraron dispuestos a ir con los rebeldes, siempre y cuando se les diera un autobús para ellos solos y fueran al final de la caravana. Aslambek Abdú Jadzhíyev se negó: la prensa debía ir repartida en los autobuses, con rehenes y guerrilleros.
Los periodistas extranjeros que querían ir pidieron entonces garantías de seguridad a las autoridades rusas, pero el viceministro de Nacionalidades, Andréi Chernenko, respondió que no había tiempo para ello y preguntó quiénes estaban dispuestos a ir bajo cualquier condición. Es decir, sin garantías de ninguna clase.
La prensa extranjera se negó rotundamente, mientras que una decena de colegas rusos se ofreció como voluntarios.
Guerreros en camilla
Alrededor de las dos de la tarde llegó el primer autobús a recoger a la puerta del hospital a los guerrilleros y voluntarios. No tenía asientos, pues estaba destinado a los chechenos heridos. Unos ocho guerrilleros fueron subidos en camillas, mientras que otros seis heridos lo hicieron caminando por su cuenta.Al segundo vehículo subieron 18 chechenos armados; llevaban el pelo cubierto y pañuelo blanco en la cara, como bandoleros. Después aparecieron los rehenes: 10 paisanos y dos periodistas. Esta proporción, en líneas generales, se mantuvo en los otros cinco autobuses que se fueron llenando.
Algunos rehenes, antes de subir a los autobuses, hacían señas de despedida. Pudimos contar cerca de 200 personas: 109 chechenos, 61 rehenes, 10 periodistas, 5 diputados, 4 hombres vestidos de médico y una mujer vestida de enfermera. Entre los civiles rehenes también había gente de la Administración que se habían ofrecido como voluntarios.
La caravana partió a eso de las cuatro de la tarde, 11 horas más tarde de lo previsto. En la esquina de la calle Kalínina -la del hospital-, donde se encontraba esté corresponsal, las decenas de soldados y policías que allí había apostados sacaron el seguro de sus Kaláshnikov y dispusieron el arma en disposición de disparo. Los equipos de los tanques también tomaron posición rápidamente. Algunos paracaidistas comenzaron a echar a la gente del lugar. "Váyanse, Váyanse! Éstos son una tropa de drogadictos a los que les puede dar por disparar sin motivo alguno", decía un oficial.
Cuando pasó el último autobús, la gente intentó correr hacia el « hospital para ver si sus parientes estaban allí, entre los vivos. Pero los soldados les cortaron el paso. Numerosos autobuses y ambulancias, se dirigieron al hospital para sacar a los miles de personas que aún que daban allí.
Los mismos rehenes habían confeccionado en el hospital una lista de más de 4.900 personas. "¡Más lento, más lento!", gritaba la gente al autobús de turno, cuando, lleno de rehenes liberados, llegaba a la esquina donde los militares impedían el paso, y escudriñaban el interior del vehículo tratando de encontrar a sus seres queridos.
Un hombre lanzó un grito y se abalanzó sobre el autobús, golpeando con todas sus fuerzas, la puerta trasera. Cuando ésta se abrió, saltó al vehículo y literalmente cayó en los brazos de su mujer y su hija. No hablaban, sólo lloraban.
La puerta abierta, la aprovechó para bajarse un hombre de unos cuarenta años. Víktor Lisenko se llama: "El miércoles salí a comprar cigarrillos, cuando de pronto aparecieron ante mí dos hombres y me apuntaron con metralletas. Yo levanté las manos y me condujeron al hospital", nos contó. Víktor estaba en el tercer piso, y dijo qué lo habían tratado bien y que, aunque no había mucha comida, alcanzaba: "Nos daban conservas, sopa, compota".
Voluntarios
Confirmó que los rehenes que se habían ido en los autobuses con los chechenos lo habían hecho voluntariamente. "Unos 150 firmaron un papel como, voluntarios, pero no sé si habrán necesitado a todos y si algunos se han podido quedar", explicó.La caravana, sin embargo, no logró entrar anoche en Chechenia. En la frontera de Osetia del Norte, república rusa limítrofe con la zona oeste de Chechenia, las tropas rusas obligaron a los siete autobuses con los 81 rehenes y el comando guerrillero a desviarse. Una columna de blindados les impidió el paso hacia territorio checheno. La orden fue dada por el comandante en jefe de las fuerzas rusas en Chechenia, Anatoli Kulikov, un halcón, que ha defendido siempre una solución de fuerza en el conflicto.
La nueva ruta añadía casi 400 kilómetros más a recorrer por la caravana, que deberá entrar en territorio checheno por Daghestán, república fronteriza con Chechenia por el este.
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