Cruz Roja Internacional apela a su veteranía y rigor frente a la proliferación de ONG
Los gobiernos han anunciado que reducirán sus aportaciones económicas a la institución
El fenómeno de las ONG no es sólo español. Su proliferación es una realidad a nivel mundial que está sacudiendo a la mayor y más veterana organización humanitaria del mundo: Cruz Roja Internacional. Conflictos sin precedentes, usos malentendidos de la labor humanitaria y el anuncio de los gobiernos de reducir sus aportaciones económicas están obligando a esta institución a amoldarse a las circunstancias y entrar, esta vez sí, en la batalla. La Cruz Roja ha desenfundado sus armas apelando a la calidad de su trabajo con un estricto código de conducta, a su implantación social y a su probada neutralidad.
¿Qué es más importante, atender a un puñado de heridos en el campo de refugiados de Goma o facilitar la entrada de periodistas para que el mundo les contemple y afloje sus bolsillos para próximas emergencias? ¿Qué es más rentable, intentar presionar a los gobiernos para que no causen conflictos o limitarse a enviar a camilleros cuando aquéllos han pasado por las armas sus diferencias? ¿Qué es más efectivo, ventilar a los cuatro vientos la mala situación de los detenidos o asistirles y ponerles en contacto con sus familias?En la Cruz Roja Internacional hay un debate sin fin sobre estos asuntos. La institución, que se enfrenta a la beligerancia -especialmente informativa y de autopromoción- de un sinfín de organizaciones no gubernamentales que compiten en su mismo campo y una situación económica de recortes en perspectiva, dice no tener la respuesta a tales preguntas, pero sí se ha decantado por reafirmarse en su neutralidad con un estricto código de conducta sobre la forma de realizar su trabajo.
Dicho código está ya plasmado en un breve texto articulado y, en líneas generales, compromete a los miembros de su organización a ser escrupulosamente neutrales, a no dejarse condicionar por la raza, el credo o la nacionalidad, a no actuar como instrumentos de política exterior gubernamental y. a utiliza r la publicidad y la propaganda con exquisito respeto hacia las víctimas. "El espectáculo de Ruanda no puede repetirse", dice Margareta Wahlström, subsecretaria general de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja. "Nuestra relación con los medios de comunicación debe ser productiva, nunca de explotación".
Construir cárceles
La Cruz Roja ha optado por perseverar en su habitual discrección y pragmatismo. Tanto que en estos momentos la organización humanitaria se ha convertido en constructora de cárceles. Dado el hacinamiento que sufren los presos, la Cruz Roja está colaborando con el Gobierno ruandés en la construcción de centros de detención más dignos. "Hoy en Ruanda hay 46.000 prisioneros encerrados en cárceles en las que caben, como mucho, 10.000 personas" explica Danielle Coquoz, responsable para África de la organización.Frente a las agresivas campañas de organizaciones como Amnistía Internacional, incansable en la denuncia de detenciones ilegales y torturas, la Cruz Roja Internacional se reafirma estos días en el principio de confidencialidad. Esté consiste en visitar a los detenidos sin testigos y hacer informes dirigidos exclusivamente al Gobierno de turno. La mayoría de los miembros de la Cruz Roja cree que ese compromiso es el que les facilita la entrada en las cárceles y que, a veces, los máximos responsables del Gobierno se enteran por ellos de la situación real de sus cárceles y sus detenidos.
El principio de confidencialidad es casi sagrado. Tanto, que ahora Francis Amar, el hombre que visitó a los presos etarras en los últimos años de la pasada década y pasó sus informes al secretario de Estado de Seguridad, Rafael Vera, no puede decir ni siquiera si mejoraron las condiciones de los presos o no.
No se ha respetado la confidencialidad, sin embargo, en el caso de los prisioneros de Ruanda. Lo reconoce la propia Danielle Cóoquoz. Y ahora, el mismo presidente del Comité Internacional ha pedido perdón públicamente al mundo por la tímida, casi inexistente, movilización de la Cruz Roja contra los campos nazis de exterminio. Los tiempos están cambiando.
En este contexto de adaptación, para la Cruz Roja las otras ONG pueden ser un apoyo complementario a sus métodos y cometidos. Y en cuanto a la amenaza que supone, su proliferación, la institución fundada por Henry Dunant hace 163 años confía en su implantación, en su consolidado poderío. "Es muy fácil acudir a lo que yo llamo emergencia CNN y, además, reporta publicidad. Nosotros tenemos la ventaja de nuestra pehetración capilar y desarrollamos programas muy interesantes de ayuda al desarrollo en América Latina, por ejemplo, ahora olvidada por la televisión", explica Santiago Gil, director del Departamento de América. "Son problemas de desestructuración -es el caso ahora de Haití-, de salud, de desnutrición o de prevención en general".
Los programas a los que se refiere Gil invaden el planeta, aunque no salgan en la cadena norteamericana de televisión CNN. Es difícil hacer sombra a su capacidad de despliegue, pero, por si acaso, la Cruz Roja también ha puesto en marcha campañas menos silenciosas. Su insistencia en llamar prisioneros de guerra a los cascos azules en Bosnia y no rehenes -"van armados y forman parte del conflicto", insisten en Ginebra- ha incomodado a la ONU. Y para octubre próximo prepara una dura batalla contra las minas antipersonales. La institución considera que estas armas impiden la recuperación de un país después de un conflicto y que causan un sufrimiento innecesario, por lo que su posición en la Conferencia de Revisión de la Convención de 1980 sobre ciertas armas convencionales es de pedir su total prohibición.
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