Izquierda Unida ante el PSOE
La mayoría absoluta del PSOE, primero, después su política económica liberal y monetaria -compatible con fuertes gastos sociales-, luego su acuerdo con CiU, y a continuación los escándalos de corrupción, no han ayudado a crear un clima de cooperación en la izquierda. Los sentimientos, el fondo común de ideas de la plural izquierda que tenemos, se han cegado al tiempo que el diálogo ha desaparecido. Los mass media más conservadores han sabido "agudizar las contradicciones" en el más puro estilo marxista, hasta hacer aparecer a IU como un aliado objetivo del PP, aportando así a éste un regalo impagable, la legitimidad moral. Aquellos sentimientos, a pesar de todo, siguen ahí, en la base social progresista e intercambiable que vota al PSOE y a IU y cuya cultura es nítidamente diferente de la base social de la derecha. Una encuesta publicada el pasado domingo por El Mundo lo muestra de modo contundente. El 66% de los votantes de IU quieren pactos con el PSOE para cerrar el paso a la derecha. Está cifra se eleva hasta el 82% entre los votantes del PSOE, ese sector social al que se supone tiene que seducir IU. Por el contrario, el elector derechista no quiere ni oír hablar de tales pactos.El diagnóstico que podemos extraer de la encuesta es diáfano. Hay una brecha entre la base social de la izquierda y la derecha. La mayoría de izquierda o centro-izquierda de España no quiere ver gobiernos del PP en ayuntamientos y comunidades. Tampoco mayorías absolutas prepotentes del PSOE. Quiere que IU introduzca una cultura renovada, moral, de izquierda, en las instituciones, y quiere que cierre el paso a la derecha allí donde pueda. A esa derecha que hará la política municipal de los próximos cuatro años y la política autonómica en buena parte también; políticas que utilizará como trampolín inmejorable para alcanzar el Gobierno de España. Es una derecha emergente, por vez primera democrática, pero que haría, con toda seguridad -ya lo anuncia-, una política fiscal regresiva y una política laboral reaccionaria, antisindical y desreguladora tout court, que pondrá en peligro la Seguridad Social con la bajada drástica de las cotizaciones sociales. Una derecha que no se caracteriza por promover una Europa solidaria ni parece entender la realidad plurinacional, plurilingüística y pluricultural de nuestro país. Esa derecha encuentra a la izquierda dividida y en crisis de identidad. Pero si la izquierda no se sitúa nítidamente contra esa perspectiva, será barrida. El problema es cómo hacerlo cuando el PSOE está sumido en la inoperancia e IU sufre aún inercias que le han impedido romper el techo electoral del espacio estrictamente comunista (que eso justificó el nacimiento de IU, aunque haya quienes no quieran entenderlo, y apuesten contradictoriamente por un sorpasso sin renovación y sin abrir el discurso hacia el espacio socialdemócrata). Una política de avance a la libertad y la igualdad requiere la aportación conjunta de las fuerzas parlamentarias que son votadas por el mundo progresista. Pero no creo que de la lucha fratricida (y con elecciones generales casi ya) se pueda pasar sin más a la luna de miel de un pacto global. Sobre todo cuando los fundamentos de esa colaboración en la izquierda -la renovación y el diálogo- aún no se han empezado ni siquiera a intentar.
Pero alguna vez hay que empezar y la vida no se para. Ahora tenemos que resolver las votaciones que elevarán alcaldes de derecha o izquierda a las instituciones democráticas. Los nuevos datos de la realidad -que incluye una indudable derrota política de la izquierda el 28-M- me inclinan a proponer que los acuerdos que impulse IU deban ir orientados (que no obligatoriamente determinados) a evitar gobiernos del PP. El PSOE tendrá que hacer lo propio. Y eso no es sino algo tan elemental como fijar una política, una línea, al conjunto de la organización; es decir, una dirección. Si no hay acuerdos en la izquierda de suficiente importancia, la campaña del PP para la Moncloa la tiene hecha. Si cuando con mayoría de izquierda en un ayuntamiento o comunidad autónoma gobierna la derecha, ¿con qué fuerza podrán PSOE o IU ir a las próximas -muy próximas- elecciones generales pidiendo el voto para frenar a la derecha? Probablemente será IU quien pague más onerosamente, en términos electorales y políticos, esa impotencia, aun cuando las causas últimas de la misma están más en la política practicada por el PSOE. Cuando sólo uno de cada cuatro votantes de izquierda vota IU -que, lícitamente, quiere reequilibrar la izquierda-, IU tiene por delante dos grandes opciones como fuerza no subalterna, no satélite de nadie. O bien situarse en una esquina y esperar hasta que el PSOE haga examen de conciencia, se desfelipice (sic), abjure de todos sus errores y se autoflagele o se convierta en cenizas; o bien tomar la iniciativa de encabezar la confrontación y la alternativa al PP sobre nuevas políticas de progreso, preparando una cooperación leal y plural en la izquierda social y política, superando tesis trasnochadas y ofreciendo una propuesta socialista moderna. Esa propuesta es la que IU debe hacer al PSOE, obligándole a pagar el precio de su eventual negativa. La mejor manera de iniciar una nueva etapa de la democracia española no es resignarse a que la derecha sea el relevo de la era González. Ni en la Moncloa, ni en las comunidades autónomas, ni en los ayuntamientos. Sólo se lidera la izquierda sabiendo dirigir el combate democrático frente a la derecha.
Diego López Garrido es diputado de IU-IC.
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