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Reportaje:

Piedra pequeña

"Cuando el cerro de San Pedro se pone la capota, Pedrezuela está hecha una sopa", dice Herminia Chichón, alcaldesa socialista de Pedrezuela, que apura los últimos días de su mandato. Desde el balcón de la Casa Consistorial se divisa la montaña mágica tras la que se oculta el sol todos los días para las pedrezolanas y pedrezolanos, la montaña cónica e icónica que se interpone entre esta villa y la de Colmenar Viejo.El cerro de San Pedro figura en el escudo de Pedrezuela, a la que protege de los malos vientos y avisa de las tormentas. Hoy el cerro se ha puesto la capota y el aguacero no tardará en descargar sobre las calles del pueblo para dejar bien a la alcaldesa y confirmar la veracidad del aforismo local que Herminia Chichón aprendió de los labios de su padre, heredero a su vez de una tradición oral que aún no ha perdido vigencia en Pedrezuela pese al acecho de otras formas de vida y de pensamiento destiladas por la gran ciudad, ahora más cerca con la ampliación de la autovía de Burgos. Una nueva mentalidad más agresiva, voraz y acelerada que cerca villas, pueblos y aldeas con murallas y ciudadelas de chalés. Una forma de vida urbana que toma el campo como una prolongación de la ciudad, que ignora las antiguas tradiciones y los clásicos modos de subsistencia, y contempla la tierra y el paisaje como terreno edificable y rentable. Dos maneras enfrentadas de ver la vida, que parten el pueblo en dos mitades después de las últimas elecciones que han empatado a cuatro concejales a socialistas y populares, que accederán a la alcaldía con el apoyo de un independiente.

Pedrezuela perdió su agricultura, cultivos de subsistencia arraigados sobre un suelo abrupto y obviamente pedregroso. Pedrezuela, como recuerdan sus dehesas, fue un pueblo ganadero y no ha perdido aún todos sus rebaños, entre los que se incluye una manada de reses bravas del ganadero Ángel Llorente. Para los forasteros la tradición ganadera del pueblo es evocada en la degustación del exquisito cabrito asado, primera fuente de ingresos de la localidad, gloria de la gastronomía autóctona, orgullo legítimo de los maestros asadores de la villa, como Gerardo que, tras declarar que el cabrito de Pedrezuela es el mejor de España, lo demuestra poniendo sobre los manteles de su establecimiento una prueba categórica de su aserto, contenida en humilde cazuela de barro, un guiso sencillo y contundente, más suave al paladar y ligero en la digestión que lo que aparenta su recia traza. 17 restaurantes compiten en Pedrezuela (1.050 habitantes censados) en la preparación de este plato tradicional que registra una gran demanda por parte de los madrileños de capital y los viajeros avisados de la autopista, un plato que requiere un buen horno de leña, un mesonero experto y sobre todo una materia prima de calidad excepcional.

En el escudo de Pedrezuela aparece también un casito, un chozo de pastores muy especial, de forma circular y construido piedra sobre piedra, sin argamasa de la base a la bóveda que se cubre con tierra apisonada sobre la que no tarda en brotar la hierba en una perfecta simbiosis entre lo vegetal y lo mineral. En el nuevo parque de Pedrezuela los jubilados han levantado por su cuenta uno de estos refugios, sin más aportación por parte del municipio que algunos litros de vino y unos cuantos kilos de chorizo para reponer las fuerzas de los constructores, que se esmeraron en su labor y edificaron un "casito" perfecto y emblemático pues, como dice el poeta local Andrés Sanz: "...el casito en su porción / es mito, emblema y blasón / del pueblo de Pedrezuela". En su loa rimada a la edificación del "casito", Andrés Sanz da cuenta de las incidencias y discusiones surgidas entre los constructores, hombres que, como recuerda el vate, durmieron muchas noches en casitos semejantes. Dice la composición: " Y como todos los viejos... / discuten que es un placer. / Si el uno pone una piedra / el otro se la echa fuera / diciendo... que no está bien". Pero el "casito" no es la torre de Babel, sus artífices hablan el mismo idioma y terminan poniéndose de acuerdo: "Pero el casito ahí está / vistoso, fuerte y seguro / sin planos de edificar / y sin arquitecto alguno".

En la sección inferior del escudo de Pedrezuela corre impetuoso el río Guadalix que riega su término, y en la superior, sobre el cerro y el casito, se despliega un pergamino con la fecha 1330, año del que data su carta puebla, documento fundacional que se conserva milagrosamente preservado tras años de incuria, firmado y rubricado con los vistosos sellos de los escribanos públicos del poderoso Concejo de Segovia que llamaban a esta villa poblada por pastores segovianos, Pedrezuela de allende sierra. Herminia, la alcaldesa y depositaria del histórico pergamino, destaca la importancia de las tradiciones populares, un legado que estuvo presente en el pabellón de Madrid de la Expo de Sevillá donde se exhibió una vaquilla, armazón de madera provisto de cornamenta y primorosamente ornamentado con sábanas de encaje, mantones de Manila y lazos de colores. Singular y ancestral artefacto que porta a hombros el día de San Sebastián uno de los quintos del pueblo, protagonista de una ceremonia lúdica que es, al mismo tiempo, rito de iniciación de los jóvenes guerreros. Los curramanches, que forman la comitiva de la vaquilla, son los otros quintos, disfrazados también con mantones de Manila y pantalones confeccionados con cortinas floreadas de chillones estampados. Sugieren los cronistas que esta fiesta de la vaquilla pudiera tener su origen en la era paleolítica. Hachas de piedra de esa época se han encontrado en el cerro sagrado de San Pedro, donde existen también extrañas inscripciones circulares sobre las piedras. El cerro de San Pedro, dice la guía de Pedrezuela, editada en casete, se llamó antes Cabeza de San Felices, presumible cristianización de Helios, deidad solar que tendría su antiquísimo santuario en. este monte. Pedrezuela, aventura el cronista de la cinta, podría ser un vocablo derivado del latín Petra Soli, o piedra de los soles, aunque la opinión más extendida es que Pedrezuela quiere decir eso exactamente, piedra pequeña, desmenuzadas rocas metamórficas de brillante mica y oscuro feldespato, piedras como las que los jubilados del pueblo usaron para hacer su casito.

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