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Pendientes del cable

La pasajera medio millón del teleférico vuelve a subir 25 años después

A las 17.45 horas del 29 de junio de 1970, hace ahora 25 años, una madrileña veinteañera del barrio de Argüelles llamada Isabel Sanjurjo "quedaba ligada a la historia de Madrid", tal como señalaba un diario de entonces. El destino había querido convertirla en la pasajera medio millón de un ingenio que se había inaugurado un año antes y que era el orgullo del Ayuntamiento de la capital: el teleférico. Un transporte elevado entre el paseo de Rosales y la Casa de Campo.Cuando aquel día esta joven dependienta de la joyería Aleixandre -cuyo edificio de la Gran Vía hoy ocupa un McDonald´s- atravesó la taquilla de Rosales para montar en el novedoso artilugio, un aluvión de fotógrafos y cámaras de televisión se le echó encima ante la atónita mirada de su novio, Antonio Mendaña. En realidad, le hubiera correspondido a él ser el pasajero medio millón, pero una serie de estratégicos empujones por parte de los organizadores logró que su atractiva novia le adelantara. Después de todo, Antonio no hubierá sabido qué hacer con alguno de los regalos que estaban preparados: un bolso de piel de tortuga y un pañuelo de. seda, entre otros. Los regalos se los entregó, como no podía ser de otro modo, el entonces alcalde de Madrid, Carlos Arias Navarro, con el que Isabel apareció no sólo en los medios de comunicación españoles, sino que fue una de las noticias destacadas de los informativos de las televisiones latinoamericanas.

Un cuarto de siglo después, la pareja, casada y dos hijos de 15 y 17 años, recuerda, subida de nuevo en el teleférico, aquella divertida historia que ahora califican "como de ciencia-ficcion y que les ha servido sobre todo para animar las reuniones de amigos en más de una ocasión. "Parece una historia irreal", insiste Isabel mientras ojea el álbum de tapas rojas donde conserva las fotos y recortes de periódicos que demuestran que. aquello no fue, un sueño "Vinirmos al teleférico" relata, "para enseñárselo a unos amigos de San Sebastián como una de las principales atracciones de Madrid. Al entrar notamos mucho mogollón y vimos a numerosos periodistas ` Pensé que estaban entrevistando a algún famoso. No me imaginaba que esperaban a la pasajera medio millón, y menos que iba a ser yo. Todo fue muy rápido. Me pusieron una banda conmemorativa, un collar hawaiano y me entregaron un gran ramo de flores mientras los periodistas me hacían todo tipo de preguntas". Y añade entre risas: "Alguno llegó a decir incluso que yo estaba emparentada con el general Sanjurjo, cosa que no es cierta, al menos que yo sepa". Pero ahí no acabó la cosa' La fama tiene sus servidumbres y cuatro días después los periodistas fueron convocados de nuevo para la entrega de los regalos. La afortunada viajera, acompañada de toda su familia y de la de su novio, abuelos incluidos, recibió los obsequios antes mencionados de manos de Arias Navarro, más una tarta gigante, un tocadiscos pick-up que todavía conserva en el desván de su casa, un pase vitalicio para el teleférico y el Parque de Atracciones, y una placa con su nombre que su madre no está dispuesta a. descolgar de las paredes del salón.

"Para mi familia fue todo un acontecimiento, sobre todo para mi abuelo. También tengo parientes en Buenos Aires, que se quedaron impresionados cuando me vieron allí por televisión. Éste era el tipo, de noticias qué llegaban de España. ¡Qué imagen debíamos de dar fuera!", comenta Isabel, que hoy es funcionaria de Correos y trabaja en el mismo pueblo donde vive, Majadahonda. "En raras ocasiones bajamos a Madrid, y no habíamos venido al teleférico desde hace 12 o 13 años, cuando los niños eran pequeños. Además, vinimos a renovar el pase y como la empresa había cambiado, me dijeron que ya no me lo renovaban más".

La pareja contempla de nuevo Madrid desde lo alto y a 3,5 kilómetros por hora. La primera vez que hicieron este viaje no existían la M-30 ni el Pasillo Verde Ferroviario y el Palacio de Cristal de la Casa de Campo no estaba construido. Pero lo que más ha cambiado es el río, lo que hace exclamar a Antonio: "¡Mira, Isabel, los patos!". "El río estaba sucísimo", asegura ella. "El agua tenía mucha espuma y las hierbas se comían la orilla. Ahora hay grava y las casitas de los patos y las sillas de los pescadores hacen que parezca un río de verdad".

La misma valoración hace Marceliano Villamáyor, de 64 años y jefe de explotación del teleférico, cargo que ocupa desde 1968, antes de que se inaugurara. "La limpieza que Tierno Galván hizo en el Manzanares ha mejorado mucho la panorámica de Madrid que se contempla desde arriba. También hay muchos más árboles en la Casa de Campo, ya que en todos estos años han crecido mucho. Por lo demás, no se han producido demasiados cambios en esta zona", asegura.

Cuando Marceliano se hizo cargo de la empresa había largas colas para subir a las cabinas. "El Ayuntamiento ideó el teleférico como medio de transporte para ir a la Casa de Campo, porque entonces mucha gente no tenía coche. Los madrileños venían con su bolsa de merienda, cogían el teleférico, pasaban el día en la Casa de Campo y regresaban al anochecer. Entonces el billete de ida y vuelta costaba 45 pesetas. A partir de 1975 empezó a decaer y hoy el teleférico es el gran olvidado de Madrid", afirma con pena.Como anécdotas, Marceliano recuerda especialmente el rodaje de la película El abuelo tiene un plan, protagonizada por Paco Martínez Soria, con quien entabló amistad, y la visita de la entonces princesa Sofía, que llegó con sus hijos sin avisar "y sacó su entrada como una madrileña más".En la actualidad, el número de usuarios no alcanza los 200.000 al año y un porcentaje elevado de ellos son turistas extranjeros que por 470, pesetas ida y vuelta pueden contemplar desde 40 metros de altura los jardines de la Rosaleda, la estación de Príncipe Pío, la ermita de San Antonio de la Florida, el Palacio Real, los jardines del Campo del Moro, la catedral de la Almudena o el Templo de Debod. Y todo ello pendientes de un cable durante 11 minutos.

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