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"Nuestro Chartres "

Escribió Salvador de Madariaga que Europa nacerá "cuando los españoles digan nuestro Chartres, los ingleses nuestro Cracovia, los italianos nuestro Copenhague, los alemanes nuestro Brujas... " Años después, al final de su vida, Jean Monet venía a coincidir señalando en sus memorias que si hubiera tenido que empezar de nuevo el proceso de construcción europea lo iniciaría por la cultura en lugar de por la economía. Ahora, al cumplirse diez años del tratado de adhesión de España a las Comunidades Europeas, se levanta acta de la ola de europesimismo que nos invade, se hacen por todas partes balances críticos de las beaterías perjudiciales, se insiste en los déficit democráticos y se culmina presentando la situación de la ex Yugoslavia como la última prueba del fracaso de la Unión.Eso sí, el clamor indignado contra la limpieza étnica en las repúblicas balcánicas se hace compatible con la encendida reclamación para evitar que haya un solo soldado español fuera de nuestras fronteras. Pero como nadie va a regalamos la Unión Europea que queremos, sería preciso que bajo su bandera se emprendieran las acciones necesarias para teminar con abusos intolerables que, de continuar, acabarían en cualquier caso por afectamos gravemente, aunque nos confinaran de modo indefinido en el mismo Teruel. Aclárese inmediatamente que estamos fuera de cualquier circuito de competición establecido para demostrar el ardor guerrero, que estamos de manera elemental combatiendo por nuestra superviviencia civilizada según paradigmas europeos. Porque sin una política exterior común, sin unas fuerzas europeas que la respalden, sin una bandera izada como garantía eficaz de las libertades y de los derechos humanos, la Unión seguirá relegada como un proyecto virtual.Rebrota un casticismo reduccionista capaz de impugnar cualquier contacto foráneo. Por las antenas nocturnas de algunas emisoras se ha escuchado al más caracterizado de los contertulios la más severa crítica a los estudios del príncipe Felipe en la Georgetown University de Washington. La estancia de Su Alteza fue considerada bajo sospecha inquisitorial. Con acento baturro se preguntaba exasperado uno de los periodistas qué hacía don Felipe fuera de España en lugar de estar como correspondía en su país con los de su generación. Quedaba por explicar el pequeño detalle de que en realidad los de la generación del Príncipe están también sin demérito alguno en una buena proporción haciendo sus estudios de posgrado en universidades de otros países.

Los insaciables se ponen como panteras cada vez que atisban un signo de concordia por parte de los cándidatos del PP vencedores en la contienda municipal y autonómica del 28 de mayo. Todo lo que no sea entrar "los nacionales" con lanzállamas en las instituciones para desalojar hechos cenizas a sus antecesores socialistas pasa a ser considerado como una inicua. traición. Algo empiezan a saber de eso el presidente electo de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, y el ex ministro de UCD Rodolio Martín Villa, a quienes ha corres pondido, probar la medicina de los entusiastas, Se endurece el lenguaje y se ensayan los epítetos más insultantes, como el de vendepatrias.

Entre los aliados del PSOE cunde el pánico y todo se calcula para salvar la cara. Aparece el cuarto. supuesto del aborto para brindar si fuera necesario un pretexto capaz de entregar al terreno de los principios una ruptura que nunca pasaría de ser por ambas partes resultado de una estudiada conveniencia. Mientras, Felipe González relee el ensayo de José Bergamín sobre "la estatua de don Tancredo", publicado en Santiago de Chile dentro de los renuevos de "Cruz y Raya" por Arturo Soria, y "habiendo observado que los seres más puramente instintivos, ante el peligro de perder la vida se hacen el muerto, y precisamente para salvarla, decide, instintivamente también, seguir su ejemplo. Entonces tropieza con algo que es más inmóvil que la misma muerte: algo que se queda quieto de modo mucho más definitivo: la estatua".

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