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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

ETA tiene un cautivo

EL SECUESTRO del empresario vasco José María Aldaya, pasado ya más de un mes de cautiverio, se ha convertido en signo de contradicción entre la inmensa mayoría de la sociedad vasca que quiere y reivindica la paz y la minoría violenta que la rechaza y combate. Los amigos de ETA no soportan verse reflejados tal como son en el espejo que ponen ante su cara miles de conciudadanos que no renuncian a expresar en la calle su solidaridad con el secuestrado y exigir su liberación. Por eso quieren romperlo.Ése es ahora el desafío que tiene ante sí ese 86% de vascos que acaban de reafirmar en unas elecciones su rechazo a ETA, que quieren vivir en paz, respetan las reglas del juego, asumen el pluralismo político, defienden la convivencia democrática y exigen, en virtud de tales principios, algo tan elemental como la libertad de Aldaya. Si se dejaran intimidar por la minoría que quiere ser dueña de la calle por la fuerza, que apoya la violencia armada de ETA y que justifica el secuestro del empresario José María Aldaya y el tiro en la nuca al funcionario de policía Enrique Nieto, se daría un significativo paso atrás en el proceso de pacificación del País Vasco. Como antaño, el silencio sería utilizado por la organización terrorista como coartada de sus crímenes.

De ahí que ETA fuerce a sus huestes a contramanifestarse cada vez que la sociedad vasca expresa masiva y pacíficamente su repulsa a sus fechorías y a que recurran a las más inciviles e intimidatorias provocaciones contran quienes osan decirle públicamente que nada, incluso la pretendida libertad del pueblo vasco, justifica quitársela a ningún ciudadano. No soporta la interpelación permanente a que explique por qué secuestra y asesina, con qué derecho, en nombre de qué. Y menos si esa interpelación procede, no de ninguna instancia institucional o política, sino de la propia entraña del pueblo vasco; de sus trabajadores y de sus jóvenes, así como de amplias capas sociales que no están dispuestas a permanecer pasivas ante quienes ponen en peligro su derecho al trabajo y amenazan su convivencia.

En ninguna otra situación se hace más; evidente el vacío moral e intelectual en que está sumida ETA. Y que contagia a esa exigua, aunque todavía significativa, proporción de ciudadanos vascos que no se liberan de su dictadura. Sencillamente no tienen respuesta ante hechos tan injustificables como el secuestro y el tiro en la nuca. Por eso su empeño en impedir que se hagan preguntas. Es la única forma de salir airosos cuando se tiene a una persona secuestrada 34 días y otra se debate entre la vida y la muerte tras un cobarde y vil atentado.

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ETA y sus secuaces podrán seguir haciendo oídos sordos al clamor a favor de la liberación de: Aldaya, no dar respuesta alguna al porqué de su secuestro o empecinarse en inscribir ese cruel y brutal atentado contra la libertad de una persona en no se sabe qué exigencias del llamado "contencioso histórico". Pero la sociedad vasca -organizaciones cívicas, grupos pacifistas, instituciones públicas, fuerzas políticas democráticas...- ya ha dicho lo que piensa al respecto. También lo han expresado inequívocamente los trabajadores de Alditrans, la empresa de José María Aldaya. ETA y sus seguidores no podrán hacerlos callar. Todos reclaman la libertad de Aldaya. "Que lo suelte de una vez y nos deje en paz", ha sido la expresiva misiva enviada a los terroristas por los trabajadores de Alditrans.

¿De qué sofismas y mentiras no deberán seguir echando mano ETA y sus defensores para no atender esa unánime reclamación? Ninguna estrategia pretendidamente liberadora, ningún "contencioso histórico", ningún objetivo negociador, pueden justificar comportamientos tan inhumanos e inicuos. Salvo que quienes se comportan así no sepan defender de otra forma sus ideas. No mediante la palabra, el argumento y el debate político, sino imponiéndolas por el terror y la fuerza de las armas.

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