Una baraja entera bajo la manga
Leguina se despide regalando 40 naipes con personajes madrileños
Joaquín Leguina ha dejado sobre el tapete del poder un juego de cartas españolas. Es su último envite, un órdago después de la derrota, con sentido del humor. Mientras hace las maletas, regala a personajes de acreditada presencia en la Comunidad de Madrid sus caricaturas en naipes. Con casi toda la baraja, de la que forma parte, ha trabajado, discutido o negociado su acción política. Y a unos pocos de ellos les ha premiado con medallas de la institución que presidía.El dibujo satírico de Fernando Cabezas, tímido, de 42 años, con curriculo (Informaciones, Pueblo, Gaceta de los Negocios) y trabajo fijo en la Comunidad (departamento de diseño de la presidencia regional), ha inmortalizado a la clase política madrileña en 40 naipes, editados por Fournier. La baraja, de la que se han hecho 1.000 juegos, facilita a Joaquín Leguina la ocasión de un adiós con regalo y sonrisa.
Los personajes de provecho, prestantes de la cultura y el espectáculo, premiados con medalla de oro por la Comunidad (Fernando Lázaro Carreter, José Luis Aranguren, Rafael Sánchez Ferlosio, Luis García Berlanga, Antonio López, José Luis Sampedro ... ), comparten el palo de bastos con los rizos de Plácido Domingo, el frontis de Antonio Buero Vallejo y los dientes de caballo de Victonno Martín, homenajeado por el autor, aficionado a los toros.
En las espadas compiten dos ejecutivos del balón, el blanco Ramón Mendoza, con nariz de pico de águila, y el rojiblanco Jesús Gil, con papada generosa.
Los cinco rectores universitarios y los presidentes de la patronal, de la Cámara de Comercio y de Cajamadrid completan el palo. "Gustavo Villapalos [rector de la Complutense] es muy difícil de caricaturizar porque con la mirada dice una cosa, y con la boca, otra muy distinta", destaca el autor.
Las veinte en copas se cantan en el juego de naipes con los portavoces de Izquierda Unida -Isabel Vilallonga- y del Partido Popular -Antonio Beteta- en la última legislatura.
Las copas también unen a los sindicalistas principales de Madrid: Rodolfo Benito -disgustado- y Daniel García -feliz-, secretarios regionales de CC OO y UGT, respectivamente, y a su nuevo presidente de la Comunidad, Alberto Ruiz Gallardón.
"El dibujo de Ruiz Gallardón ha sido fácil porque su mirada y sus labios le otorgan una expresión muy característica", aclara Cabezas. El presidente electo, cejijunto y ceñudo, es el siete de copas. El tres son unos mofletes con sonrisa: José María Álvarez del Manzano. "Es el dibujo del que menos contento me siento", reconoce su autor.
Y en los oros, el poder socialista. "Joaquín Leguina es el personaje que me resulta más sencillo porque lo he hecho muchas veces", recuerda el caricaturista. En el juego, Leguina no es el número uno, sino el cinco de oros, una carta pobre que sólo puede a otras dos. El primer socialista de la región aparece con gafas redondas y gesto tranquilo.
El cuatro de oros es José María Rodríguez Colorado, su consejero de Política Territorial, ex director de la Policía. Cinco pelos ralos coronan su cabeza, el rictus compungido. Seis de oros: Jaime Lissavetzky, secretario general de los socialistas y titular de Educación y Cultura, es una cabecita con orejas a punto de echar a volar.
El rey de oros, gordos labios y mechón rebelde, ha sido cuatro años el dueño del dinero: Ramón Espinar, consejero de Hacienda en funciones. El as del poder es Pedro Sabando, un palmo de narices y otro palmo de ojeras.
Sin maletín, Virgilio Cano, el consejero de los presuntos escándalos, se ríe, pelo ensortijado, pestañas rizadas y piel morena, desde el siete de oros.
Las mujeres, apenas cinco, tropiezan con la mano del artista. "Es muy difícil caricaturizarlas porque al pintarse tanto se estandarizan. Y además cambian de peinado constantemente", se excusa.
Isabel Vilallonga (IU), largas melenas sobre fondo rojo, parece indignada. Dolores García-Hierro, voz del PSOE en el Parlamento regional, luce ojos grandes y pómulos destacados. Pilar Lledó, delegada del Gobierno, sonríe ampliamente sobre un peinado de peluquería de barrio. Elena Vázquez, consejera de Integración Social, cuellilarga y triste, tiene el fondo amarillo de los oros.
El repóquer es imposible. Dentro de cuatro años, si la costumbre prende en la institución, faltarán dos caras para los oros. El nuevo presidente tiene previsto reducir de nueve a siete el número de consejerías. Al autor, la llegada de un nuevo jefe no le preocupa demasiado. Ni siente temor ni alberga esperanza alguna.
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