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Juppé rectifica y da prioridad a reducir el déficit sobre el empleo

Enric González

Jacques Chirac y su primer ministro, Alain Juppé, no han encontrado fórmulas mágicas para reactivar la economía francesa y, sobre todo, el empleo. El presupuesto que preparan para la segunda mitad de este año se parecerá al que heredaron de Édouard Balladur, sólo que un poco riguroso y con más impuestos para cubrir las deudas que el anterior primer ministro había ocultado bajo las alfombras gubernamentales. El principal objetivo es reducir el déficit público para poder bajar los tipos de interés.

La prioridad con que Chirac ganó las elecciones, fomentar el empleo, parece haber perdido urgencia. Juppé espera crear 200.000 puestos de trabajo anuales en el próximo quinquenio. En total, un millón de empleos. A ese ritmo, y dado que unas 700.000 personas se incorporarán al mercado de trabajo en lo que resta de década, el número de parados seguirá por encima de los tres millones en el 2000, según un informe presentado el jueves por una comisión del Senado.Alain Juppé ha enviado a cada uno de sus ministros una carta en la que establece las reglas del juego en su gobierno. Los gastos de funcionamiento de todos los departamentos (excluídos los sueldos de los funcionarios) deberán reducirse un 8%, lo que supondrá en teoría un ahorro de 16.000 millones de francos, y los gastos de intervención (principalmente subsidios) se recortarán en un 15%. Esas mismas instrucciones dio Balladur en 1993, sin demasiado éxito (los gastos subieron un 3%).

Las subidas de impuestos no serán detalladas hasta el 28 de junio, fecha en que el Gobierno deberá remitir al Parlamento el presupuesto reformado. Se da por seguro que subirá el tipo máximo del IVA y parece muy probable un alza en el precio de los carburantes. Los inspectores de Hacienda propugnan en su mayoría una reforma en el impuesto sobre las grandes fortunas, que afecta a una pequeña minoría (el 0,36% de los contribuyentes que pagan más de un millón de francos al año) y está lleno de escapatorias, por la vía de inversiones en arte o en empresas. Pero Juppé, como Balladiar, no parece dispuesto a molestar a los más ricos.

Los impuestos tendrán que subir para compensar el déficit encubierto y convencer a los mercados de que el nuevo Gobierno está realmente decidido a sanear las cuentas públicas. Balladur había previsto para 1995 un déficit de 275.000 millones de francos, pero en la realidad ascenderá a 345.000 millones. Esto se explica por el hecho de que el anterior gobierno pensaba destinar los beneficios de las privatizaciones (47.000 millones según las previsiones) al pago de gastos corrientes, mientras Juppé, siguiendo los criterios establecidos en Maastricht, usará ese dinero para reducir la deuda pública. El déficit de la Seguridad Social también superará las previsiones.

El objetivo de Juppé es reducir el precio del dinero para facilitar la inversión y la creación de empleo y, a la vez, aliviar la carga por intereses de la deuda pública. Los tipos están por encima del 7%, mientras la inflación se mantiene por debajo del 2%: la enorme desproporción se explica por la necesidad de mantener el valor del franco, siempre presionado a la baja por la desconfianza de los mercados respecto a la capacidad francesa de controlar los déficit.

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