Reflexión sobre una derrota
Las elecciones del 28-M las ha ganado la derecha y las ha perdido la izquierda. Cada cual podrá buscar los consuelos que quiera, pero ésa es la realidad. El PP ha conquistado la mayoría del poder local y autonómico, arrebatándoselo a la izquierda, que lo mantenía desde 1979. La derecha avanza en todas partes, sobre todo entre los electores de las ciudades, donde habitan los sectores más dinámicos de la sociedad, entre los jóvenes y, por primera vez, con fuerza, en poblaciones de los cinturones industriales feudos tradicionales de la izquierda. Crece en lugares de difícil acceso para ella en el pasado, como Euskadi y Cataluña; obtiene mayoría en Asturias y Valencia; y prácticamente iguala al PSOE en Andalucía, donde queda en primera posición en las capitales.No debería consolarse la izquierda pensando que el PP sólo ha llegado al 35% y, en consecuencia, no se trataría de una victoria tan abultada si tenemos en cuenta el 31 % del PSOE. Supondría una reflexión engañosa cara al futuro. En las municipales podría haberse dado un voto oculto de la derecha bajo la cobertura de candidaturas de independientes, cuyos votantes podrían, en unas generales, engrosar la cosecha del PP. De otro lado, parece que ayuda bastante afrontar las generales teniendo el poder local y autonómico. El triunfo del PSOE en las administrativas de 1979 fue la antesala del vuelco de 1982. No es un proceso automático, sin duda, pero tiene bastantes probabilidades de verificarse.
El PP ha logrado conquistar la mayoría del centro sin dejar flancos a su derecha. Se ha mostrado unido ante sus electores, y ha hecho esfuerzos por cambiar de imagen. No obstante, sigue suscitando temores e inquietudes, pues no acaba de desprenderse del pelo de la dehesa, que aparece en los apoyos económicos e ideológicos, en los discursos, en los vítores y aplausos de los fastos. Ha ocultado hábilmente lo que piensa hacer, y es probable que su avance se deba más a los errores de los demás que a sus propios aciertos. En todo caso, sería bueno que se consolidase en España una derecha europea y civilizada, que nunca hemos tenido en el pasado, con las tragedias que esa carencia nos ha deparado. Lo sabremos cuando gobierne en España, si es que lo logra en las próximas elecciones.
La izquierda, por su parte, ha sido derrotada. Digo la izquierda, y no sólo el PSOE, porque entiendo que el 28-M ha conocido un retroceso del conjunto de la izquierda. Sin duda, más del PSOE que de IU, pero ambos han perdido. Es verdad que no ha sido una catástrofe, como, vaticinaban algunos, pero no nos engañemos. El PSOE ha bajado casi 10 puntos desde el 91, ha perdido la casi totalidad de las ciudades y comunidades autónomas, y si bien es cierto que, en condiciones muy difíciles, mantiene un electorado fiel de más del 30%, la pérdida de poder institucional es enorme en un terreno, el municipal, decisivo para un proyecto de progreso. Además, este retroceso viene precedido de otros, también importantes, en Galicia, en Andalucía, en las europeas. Sería una calamidad que al PSOE le ocurriera lo que a algunos partidos comunistas que caminaban de derrota en derrota hasta la victoria final. Lógicamente, no hay tal victoria final. Claro que el PSOE no se ha hundido, porque el partido socialista no es la UCD, y en este país la gente no es idiota y sabía que eso hubiera significado una catástrofe. Pero no creo que esté dicho en ningún sitio que ese 30% no pueda reducirse si las cosas siguen igual. Los socialistas -y en su caso IU- no pueden comportarse como aquel ebrio que va dando traspiés agarrándose como puede a las farolas y cuando le preguntan qué le ocurre responde que el empedrado está muy resbaladizo. Todos los partidos que así se han comportado han acabado en la decadencia, si entendemos ésta como la exaltación del error y de los que yerran.
La cuestión no es sólo la corrupción, aunque ha hecho mucho daño y no se cortó a tiempo y con energía. La política, sin ética, es una basura, como diría el inolvidable amigo Alfonso Comín. En mi opinión, ha sido, en síntesis, un problema de corrupción más derechización. Lo primero aleja a las capas medias urbanas, con tendencia hacia el centro, que pagan bastantes impuestos y odian el despilfarro. Lo primero y lo segundo alejan a los sectores obreros y progresistas, que se desaniman -y se abstienen- ante una política y actitudes no suficientemente socialdemócratas.
Siempre he pensado que, en Europa occidental, para ganar las elecciones hay que atraerse a la mayoría del centro y no es posible acceder al poder con planteamientos exclusivamente "para la izquierda". A este respecto, el ejemplo italiano es ilustrativo. Pero no es menos cierto que para atraerse al centro es necesario aglutinar y movilizar a los sectores populares progresistas o, lo que es igual, para construir un bloque o polo de progreso mayo ritario hay que hacer una política que movilice a la base social de izquierda, para lo que es imprescindible que las medidas que se tomen tengan un contenido aceptablemente reformador. El desencuentro con los sindicatos profésionales, etcétera, no sólo abre una grieta entre los votantes de izquierda, sino que contribuye a que el elector de centro emigre hacia otras latitudes más sólidas. El PSOE ha perdido votos por la derecha y por la izquierda. Sería un error pensar que, dado que ha perdido más por su derecha, debería corregir el tiro hacia ese lado. No es ésa la lección a sacar, porque sólo una política que aglutine y estimule a la base so cial de la izquierda puede atraer al votante de centro. De lo contrario, el PSOE seguirá perdiendo votos por los dos lados. La lección del PP es clara. Ha ganado la mayoría del centro cuando ha logrado aglutinar a la derecha, cuando ha tenido ese flanco bien cubierto.
Izquierda Unida, por su parte, ha avanzado, pero ha sido políticamente derrotada. Ha penetrado en lugares donde no estaba, ha crecido en otros de manera importante y se ha extendido por el conjunto de España. Es cierto que comparando estas elecciones con las de 1991 ha crecido tres puntos. Pero obtener algo más de un 11% en las mejores condiciones para la coalición y las peores para el PSOE no es para tirar cohetes. En las europeas obtuvo el 13% y no ha alcanzado lo conseguido por el PCE en 1979 (12,5%). Sería contraproducente la autocomplacencia, pues no sé si se presentará en el futuro una ocasión tan propicia.
Al igual que el PSOE, y el conjunto de la izquierda, IU debería reflexionar y, en mi opinión, corregir la dirección de su política. La idea de que en España hay dos derechas -el PP y el PSOE- y sólo una izquierda -IU- puede conducir a un callejón sin salida, y me da la impresión de que los electores la han rechazado. Una cosa es que la política del Gobierno esté derechizada, y otra muy distinta que el PSOE sea un partido de derechas, porque a partir de este análisis se pueden derivar consecuencias indeseables para la izquierda en su conjunto.
Si el PSOE es derecha, o igual que el PP, no hay que pactar con él. Todo se reduce entonces a confrontarse y superarlo -teoría del sorpasso o adelantamiento-. Es legítimo que IU quiera tener más votos que el PSOE en una competencia normal en el campo de la izquierda. Pero cuestión muy distinta es construir una estrategia que parta de la descalificación del PSOE como posible aliado, hasta suplantarlo en la hegemonía de la izquierda. El 11% demostraría que, por lo menos de momento, los electores no desean el sorpasso, salvo en Málaga, que ha conocido dos, el de IU y, sobre todo, el del PP. Pero, además, para adelantar al PSOE hay que irse, por lo menos, hasta el 3 1 % en toda España, y no parece fácil conseguirlo con el actual discurso de IU. No es una cuestión de tiempo ni es suficiente con llamamientos a los votantes socialistas, de centro e incluso de derechas para que voten a la coalición. Izquierda Unida corre el riesgo, si las cosas siguen así, de no conseguir el sorpasso, pero sí de facilitar el adelantamiento de la derecha. Crecimiento de la derecha que sería injusto achacar a IU, pues la responsabilidad mayor la tiene el PSOE, pero, en mi opinión, ambos han ayudado.
Por eso creo que el conjunto de la izquierda tiene que sacar algunas lecciones de esta consulta. No parece lo más sensato que las cosas sigan así. No sería suficiente con que el PSOE se socialdemocratizase o con que IU cambiase de estrategia y adoptase criterios más acordes con la realidad, cada uno por su lado. Sería conveniente que se produjesen cambios -y no necesariamente de per sonas- en ambas formaciones con el fin de desbloquear el futuro de la izquierda. De inmediato sería decepcionante que no llegasen a acuerdos en ayuntamientos y comunidades autónomas donde fuese necesario. El PSOE debería asumir que asociarse a otro en política supone aceptar la parte alícuota de su programa, e IU debería pensar que nada se da gratis en esta vida, que en la combinación de programas es lógico que haya más del que más votos ha obtenido y que, sobre todo, dejar pasar a la derecha hoy puede significar tener menos votos mañana. En fin, al margen de los avatares de los pactos, la izquierda española necesita una buena dosis de reflexión, de tolerancia mutua y de renovación, pues sólo así volverá a renacer, como ya ocurre en algunos países de Europa y no estaremos, como otras veces, con el pie cambiado.
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