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En el ecuador de la legislatura

La Vª legislatura constitucional, iniciada el 6 de junio de 1993, se ha caracterizado por tres notas distintivas:1ª. Por la pérdida de la mayoría absoluta del PSOE.

2ª. Por la participación del nacionalismo catalán y vasco, cada uno a su manera, en la dirección del Estado.

3ª Por la pinza ejercida por el PP e IU sobre el Gobierno.

Entre estos tres elementos hay una conexión que a nadie se le oculta. Sin pérdida de la mayoría absoluta por el PSOE, no se habría producido la incorporación del nacionalismo catalán y vasco a la dirección del país. Sin la soledad del PP e IU, como consecuencia de dicha incorporación, no habrá podido fraguar la estrategia de la pinza. El resultado, en todo caso, ha sido una modificación significativa del juego político.

¿Y ahora qué? Tras varias consultas: gallegas, europeas y andaluzas, vascas, autonómicas y municipales, pasado ya el ecuador de la legislatura y con el horizonte de las próximas elecciones generales, es evidente que los partidos tienen que hacer un balance de su situación, de las ganancias y pérdidas que la estrategia seguida hasta el momento les han reportado.

Creo que aquí está el interés de los resultados del 28-M. La sentencia dictada por el cuerpo electoral no es de una claridad meridiana, sino que tiene innumerables matices, que dificultan su interpretación y ejecución. Y, sin embargo, en su ejecución "en sus propios términos" es mucho lo que está en juego.

Ciertamente, la sentencia no presenta las mismas dificultades de interpretación para todos. Para el PP es relativamente clara. Su soledad en la representación de la derecha española, una vez eliminado el CDS y absorbido el centro, le sitúa en una posición sumamente ventajosa para competir. Su alianza con IU para machacar al PSOE ha sido para él además un éxito indiscutible. La única sombra en el horizonte es que su ventaja disminuye a medida que aumenta la participación electoral.

Más difíciles de interpretar son los resultados para el PSOE y los nacionalistas. Los resultados no ofrecen unas conclusiones inequívocas. Hay una clara tendencia a la baja del PSOE, pero no una tendencia irreversible, como la comparación de los resultados de las eleccioens europeas y municipales pone de manifiesto. Al PSOE le ocurre lo contrario que al PP: el aumento de la participación electoral le beneficia. Si, como parece probable, la participación puede girar en torno al 80% en las próximas generales, no está claro que el resultado esté ya decidido. Los nacionalistas, en especial CiU, parecen estabilizados, aunque presionados por la polarización PP-PSOE.

Pero, sin duda, para quien más difícil resulta la interpretación es para IU. La estrategia de la pinza no ha funcionado para IU de la forma que esperaba. Creo que su campaña electoral ha sido muy expresiva de ello. La primera mitad la centró en atacar frontalmente al PSOE. En la segunda dio por supuesto que el PSOE estaba en caída libre y se presentó ante los ciudadanos como el baluarte frente a la derecha. En ambas se ha equivocado. Ni el PSOE estaba en caída libre ni los ciudadanos consideran que IU tenga consistencia suficiente para enfrentarse a la derecha española.

Así es como están las cosas ahora mismo. Y todo el mundo tiene que mover ficha. Esto es lo bonito de la política en democracia. La decisión del electorado es inapelable, pero él mismo la revisa periódicamente y decide quién ha ejecutado su sentencia en los términos en que él la dictó y quién no lo ha hecho. Así es como funciona la democracia. Combina la seguridad de una decisión inapelable con la inseguridad de una decisión provisional. Por eso resulta apasionante.

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